El primer paso que ha dado Hillary Clinton en su carrera hacia la presidencia de Estados Unidos ha sido fichar a la asesora de imagen y relaciones públicas de Michelle Obama. Desciframos por qué las claves de estilo de la primera dama le pueden abrir las puertas de la Casa Blanca.
Hace unas semanas Michelle Obama aterrizaba en el aeropuerto de Tokio ataviada con un llamativo vestido estampado de Kenzo -una firma fundada por un japonés en manos de un conglomerado de lujo francés y cuya dirección creativa queda actualmente a cargo de dos californianos- que meses antes había lucido una conocida bloguera en una Semana de la Moda. En los días posteriores a ese viaje, un tour por Asia que realizó Michel en compañía de sus hijas Sasha y Malia para impulsar su proyecto de concienciación sobre la educación infantil Let girls learn, Michelle llegó a lucir distintos diseños de Altuzarra, Dries Van Noten, Alice + Olivia y Roksanda. Todos modelos de temporada a la venta en tiendas y plataformas de comercio online.
Esa es la actual primera dama de Estados Unidos. La misma que sale de viaje oficial y tiende o rompe lazos diplomáticos antes de bajarse del avión. Como cuando se metió en el bolsillo al presidente chino con un vestido rojo, el color del partido, el poder, y la suerte, y escogió a un diseñador de origen indio, Bihbu Mohapatra, para pisar Nueva Delhi a principios de año. O durante su reciente visita a Riad, donde se le dio un toque de atención por prescindir de un pañuelo que le cubriera el rostro y le tapara el pelo al llegar al país. La misma que durante los años de mandato de su marido ha venido consolidando su proyección pública, entre otras cosas, a través de sus cuidadas aunque no siempre bien recibidas decisiones estilísticas. La misma cuyo índice de aprobación ha crecido tanto durante todo este periodo que Hilary Clinton acaba de fichar a su directora de comunicación además de asesora y relaciones públicas, Kristina Schake, para renovar su imagen y acercarse al electorado de cara a su inminente carrera presidencial.
Y es que Michelle Obama lo mismo ha llegado a apostar por el mismo vestido de Asos que Jessica Alba, que se ha puesto primero el mismo Alexander McQueen que Amal Alamuddin e incluso ha coincidido con el personaje de Julianna Margulies en la serie The Good Wife a propósito de un traje de chaqueta de Michael Kors. Si bien se la ha criticado en varias ocasiones por abusar demasiado de firmas de lujo o tirar en exceso de marcas internacionales en detrimento de aquellos diseñadores patrios a los que en un principio tanto apoyaba (como Jason Wu o Thakoon) además de ignorar a conciencia a creadores consagrados como el desaparecido Oscar de la Renta, también le han puesto el grito en el cielo por comprar en cadenas de ropa de gran consumo y bajo coste (Target, GAP o H&M entre otras). Lo que está claro es que, reproches aparte, Michelle ha conseguido hacerse con el título de primera dama con más estilo desde Jackie Kennedy. ¿Funcionará su fórmula en el caso de una aspirante a la presidencia?
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