Algo más que palabras
II
En todo caso, estamos para proteger al ser humano y también para custodiar nuestro propio hábitat y que las generaciones futuras puedan seguir avanzando. Sólo así habrá una auténtica promoción del ser humano. En consecuencia, los diversos Estados deben garantizar el trabajo, teniendo en cuenta que una sociedad abierta al progreso no debe encerrarse en sí misma, en la defensa de los intereses de unos pocos, sino que ha de mirar con la perspectiva del bien colectivo para entusiasmar a toda la especie.
Naturalmente, los años pueden arrugarnos la piel, pero renunciar al entusiasmo que todos llevamos implícito, conllevaría contraer nuestro propio espíritu. El notable número de hombres y mujeres obligados a buscar trabajo, más por necesidad que por elección, lejos de su patria ya es motivo de agitación, y esto no debe dejarnos indiferentes y sin fuerza para luchar. En este sentido, es una buena noticia que la misma Organización Internacional del Trabajo elabore políticas que maximicen las ventajas de la migración laboral para todas las partes involucradas. Al final, es el trabajo en conjunto lo que nos engrandece como familia humana. Jamás es el trabajo lo que corrompe, sino la ociosidad con su bucólica inercia. De ahí, lo analgésico que es trabajar, no con lo que uno imaginaba, sino descubriendo aquello que uno porta consigo. Con razón el trabajo es un bien de todos, y por ende, ha de estar al alcance de todos.
Por eso, es fundamental la creatividad solidaria. Un gobierno que ya no es capaz de avivar el empleo con políticas que entusiasmen, mejor abandone el barco. Lo mismo digo, para aquellos componentes de la sociedad que repudian un estilo de vida solidario, mejor desisten de ser guía. Dejemos, pues, el liderazgo para aquellos ciudadanos que han optado por un trabajo de constancia, de método y de organización que nos confraternice. Al fin, lo que importa es cuanto amor ponemos en lo que realizamos para endulzarnos esta existencia unos a otros. Los auténticos promotores de armonía saben que la clave radica en partirse el corazón y en repartirse la vida. Lo que es insolidario y vergonzoso es la indiferencia entre gobiernos que hacen el mal y el pueblo que lo deja hacer. Pensemos en esto.
El autor e escritor.
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