Irene Casado Sánchez
Vivir en un país extranjero, aprender un idioma, descubrir nuevas costumbres, formar parte de una familia fuera de casa, sin ahorros ni medios económicos parece una experiencia inalcanzable. Sin embargo, trabajar como “au pair” permite a miles de jóvenes viajar al extranjero ligeros de equipaje y sin apenas nada en los bolsillos. Un plan perfecto: cuidar niños a cambio de alojamiento, comida y la propina de la familia de acogida. Pero, ¿es oro todo lo que reluce?
“¿Te gustaría conocer un país de la manera más auténtica y real posible? ¿Aprender el idioma y la cultura al convivir con una familia anfitriona, hacer amigos de por vida y, al mismo tiempo, diferenciar tu currículum del resto? ¡Vete como ‘au pair’ al extranjero!”. Así anuncia Au Pair World, una de las web más populares dedicadas a este negocio, la oportunidad de trabajar cuidando niños en el extranjero. Sin embargo, ni rastro de convivir ni compartir en el anuncio para captar a las familias de acogida: “¿Abren la guardería cuando ya estás en el trabajo? ¿Tienes que llevar a tu hijo al entrenamiento justo cuando empiezan las clases de danza de la niña? ¡Con un “au pair”, la vida de toda la familia será mucho más sencilla y se beneficiarán con el valioso intercambio cultural!”.
Sin duda, este sistema facilita a muchos jóvenes salir de su entorno para mejorar un idioma y conocer de primera mano otra cultura. En todo contrato “au pair”, los jóvenes están obligados a realizar un curso de idiomas. Compaginar estas clases con el cuidado de los niños no siempre es una tarea fácil. Según el reglamento francés, uno de los países donde este sistema está más extendido, un “au pair” no puede trabajar más de 5 horas al día y tiene derecho a dos días de reposo por semana. Sobre el papel todo parece claro, sencillo y beneficioso tanto para la familia como para el joven que decide poner rumbo al extranjero.
Sin embargo, una vez sobre el terreno las experiencias pueden dejar mucho que desear. “Llega un momento en el que las familias te consideran como un ‘esclavo’ que tiene que estar 24 horas disponible para cualquier imprevisto. Los ‘baby-sitting’ puntuales se repiten entre tres y cuatro veces por semana, los días de descanso dependen de la agenda y del antojo de los padres y la ‘propina’ en pocos casos alcanza los 350 euros al mes”, explica Marie, una joven de 18 años de origen alemán que decidió volver a su país al cabo de 4 meses como “au pair” en París. Marie cuidaba de dos pequeños, un bebé de 16 meses y un niño de cuatro años. Más de 40 horas por semana al cargo de los dos pequeños: ir a buscarles al colegio, bañarlos, darles la cena o acostarles formaban parte de sus tareas diarias a cambio de 320 euros al mes y una pequeña habitación en el piso de los abuelos. “Ni rastro de convivencia ni intercambio cultural”, asegura.
Son muchas las familias que ven un “au pair” como la oportunidad de ahorrar en el cuidado de sus pequeños. Mientras el coste de una niñera convencional oscila entre 10 y 30 euros la hora, en función del número de niños a su cargo, edad y horarios de trabajo, un “au pair” sale barato: disponibilidad constante y una remuneración ínfima e incluso, en casos extremos, inexistente. Muchos jóvenes se sienten explotados e infravalorados por los padres que, lejos de ofrecer un entorno de intercambio y convivencia, aprovechan su entusiasmo y su inocencia para despreocuparse de sus hijos.
En este panorama, son los niños los que salvan la experiencia y dan una nota de color a la vida de los “au pair”. “Al final, la relación con los pequeños hace que la experiencia valga la pena”, asegura Lucía, una joven española de 22 años. Tras meses de “baby-sitting”, tardes en el parque y cuentos por la noche, se crea un vínculo de amistad y confianza y, ahora sí, de convivencia y complicidad. Trabajar como “au pair” permite aterrizar en el extranjero con los bolsillos vacíos y una maleta llena de ilusión. Pero no siempre las familias de acogida dejan un buen sabor de boca. Cuando el año escolar termina y toca despedirse de los pequeños, miles de jóvenes empaquetan de vuelta a casa con cientos de momentos inolvidables, el manejo de un idioma y la seguridad de madurar en tiempo récord.
La autora es periodista.
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