La reciente Cumbre “Sembrando Bolivia”, reunida en Santa Cruz, puso al desnudo, una vez más, la aguda crisis agropecuaria que enfrenta el país y cuya solución no encuentra salida a la vista, determinando una situación preocupante para el futuro, en particular para las nuevas generaciones que se verán privadas de alimentos que les permitan condiciones de vida aceptables.
Los datos económicos específicos proporcionados por personajes ligados a las esferas oficiales son reveladores de que algo muy alarmante se encubre sobre una superficie aparentemente favorable, vale decir que como siempre las apariencias engañan la esencia de la realidad.
Por ejemplo, un economista ha destacado que los agricultores del país no quieren salir de la pequeña producción, prefieren cosechar la misma cantidad de productos y seguir viviendo en las mismas condiciones, porque los precios en los mercados urbanos son los mismos y además sufren la competencia desleal de alimentos importados o que ingresan de contrabando, por lo cual la tierra no les da renta.
Otro argumento relacionado con la agricultura señala que la población ocupada en la agropecuaria sigue disminuyendo, lo cual significa que las tierras cultivadas también siguen disminuyendo, excepto en el sector empresarial del país, copado en gran medida por agricultores extranjeros. Al respecto, agrega que “las economías del primer mundo subsidian al productor adquiriendo sus productos a un nivel determinado y los venden luego con precios menores, tanto al interior o exterior de sus países”. Eduardo Quiroga agrega que en Bolivia, pese a las ofertas oficiales, se mantiene “el viejo discurso del mayor valor agregado que, en la actualidad, sólo cumple con pocos productos como el cacao”, mientras no ocurre lo mismo con la quinua.
En otro sentido, mientras por un lado las autoridades piden a los agricultores del oriente aumentar sus cultivos en un millón de hectáreas, nada se dice de rehabilitar unas 500 mil hectáreas de tierras cultivables abandonadas en el altiplano y los valles por campesinos que migraron a las ciudades, tampoco hacen ni la menor referencia a la erradicación de alrededor de 50 mil hectáreas de plantaciones de frutales, coca, verduras, café y otros alimentos básicos en los yungas de La Paz y Cochabamba para cultivar coca.
Se destaca que la rehabilitación de esas tierras podría resolver en alta proporción la caída de la producción y la necesidad de que el Gobierno se vea obligado a hacer grandes importaciones de trigo, arroz y otros. En síntesis, pareciera que la producción agropecuaria basada en 6 pilares aprobada en la Cumbre de Santa Cruz tiene muy dudoso futuro.
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