El día del desquite, de la revancha en el mejor sentido, ha llegado. Ahora, salvo maniobras extralegales, el MAS y sobre todo S.E. tendrán que jugárselas (ya se las han jugado con todo lo que tenían a su alcance), para menguar o confirmar la derrota, mil veces negada por el oficialismo, que cosecharon el 29 de octubre pasado. Hoy se verá si el infatigable trabajo y la traspiración de S.E. ha causado efecto o no en las obedientes marionetas que tiene por candidatos y si con un abierto cohecho electoral como el que hemos visto son capaces de vencer a una oposición que ha trabajado a pleno pulmón, a punta de riñones para no mencionar otra cosa.
S.E. ha puesto toda la carne en el asador, toda su popularidad (que no es prestigio), en este balotaje que se realizará en Beni y Tarija. El desempate debió realizarse también en Chuquisaca, pero una tramposa interpretación de la ley, donde dizque se confundieron el Tribunal Supremo Electoral y los tribunales departamentales, le dieron la victoria, para variar, al candidato masista, señor Urquizo. Lo extraño es que, antes que se pronunciaran los tribunales, S.E. anunció que el “hermano” Urquizo había ganado en primera vuelta en Chuquisaca. ¿Casualidad o fraude? Sabemos que no ha sido casualidad.
S.E. dijo que el MAS se había hecho de siete gobernaciones y los opositores sólo de dos. Eso quiere decir, a buen entendedor, que embolsillada Chuquisaca con malas artes, ahora les toca el turno a Beni y Tarija. En esos dos departamentos se ha volcado todo el esfuerzo del Gobierno en pleno. Ha sido descarado el derroche en “regalos” y los gastos en viajes que S.E., el Vice, ministros y parlamentarios han hecho a esas regiones. Denuncian que hasta campesinos del Chapare y hasta del altiplano están en Tarija, no para hacer campaña, por supuesto, sino para sufragar o amedrentar. Que no suceda como en Pando, en donde los campesinos que fueron acarreados para votar por el MAS decidieron quedarse para seguir votando hasta el día del Juicio Final.
Digan lo que digan, el alicaído renombre de S.E. está en juego. Ya fue vapuleado en La Paz y Santa Cruz, sin la menor contemplación ni temor. Ya recibió reveses a lo largo y ancho del país, con inesperadas derrotas como en la alcaldía de Cochabamba y Cobija. Ahora, en el momento de la revancha, S.E. va a querer borrar o disimular su dolor, mostrando en Bolivia que su liderazgo no está en duda, que cuando él apoya a sus candidatos, éstos ganan. Pero aunque asistió a sus marionetas en La Paz y Santa Cruz y perdieron como en la guerra. Y ahora, en la hora del desquite, su candidato en Tarija recibió botellazos de plástico en el estadio. ¿No estará ya patas arriba la imagen del MAS? Parece que es indudable después de semejante abuso y corruptela. Hay cansancio y desengaño en la gente.
El MAS, luego de tanto dinero despilfarrado y teniendo de su lado a las cortes electorales debería ganar en Tarija como en el Beni. Si ganara todos sabríamos por qué ganó. Lo que no podría soportar S.E. sería una cueriza, en ninguno de los dos departamentos. Ni siquiera podría admitir que le ganen por un voto, porque eso significaría que tanto Tarija como Beni no se dejan ni atemorizar ni comprar. Sería un resultado vergonzoso que podría derivar en otro dolor de muelas a S.E.
Después de que el Tribunal Supremo Electoral eliminara la fuerte candidatura de Ernesto Suárez en el Beni que era el postulante con mayores posibilidades, el MAS pensó que el resto era pan comido. No contaron con que existen personas que no se rinden porque tienen coraje y saben de su respaldo ciudadano. Rearmar una candidatura y llegar al balotaje fue un esfuerzo prodigioso que requirió de inteligencia y agilidad. Pero si, además, ahora gana la oposición en ese departamento, S.E. no tendría empacho en deshacerse de sus marionetas de machucándoles sus frágiles cabezas de yeso. En ese sentido sería bueno que el Ministro de la Presidencia vaya buscándose otra pega porque este sería su tercer o cuarto fracaso por capturar el Beni para el masismo.
Esperemos que Adrián Oliva y el decidido Carlos Dellien humillen las ambiciones de los pachacutistas y sus propósitos de hacer ofrendas de agradecimiento por la victoria con el degüello de animalitos y la quema de coca en las riberas del Mamoré o en los viñedos chapacos.
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