Recuerdos del presente
Cuando el gobierno anuncia el despido de los trabajadores de la Empresa Nacional de Textiles (Enatex), convendría conocer, por razones de contabilidad y de conciencia nacional, la cantidad de empleos que ha creado la coca ilegal en el país.
Porque, como se sabe, la empresa que ahora debe despedir a sus trabajadores nació cuando el gobierno creyó que debía asumir las consecuencias de su decisión de no acogerse al programa de eliminación de cocales ilegales que suponía el ATPDEA.
Eliminar cocales ilegales a cambio de que Estados Unidos abra su mercado a los textiles de los países productores de coca: ese es el trueque propuesto por la potencia, trueque que el gobierno del MAS rechazó diciendo que la erradicación de esas plantaciones ilegales era una cuestión de “dignidad nacional”.
La empresa Ametex, que estaba tomando ventaja de ese programa y también había abierto mercados para los textiles nacionales en otros continentes, quedó herida de muerte con esa apuesta que hizo el gobierno boliviano, y fue nacionalizada con el nombre de Enatex.
Es dura la consecuencia y llega justamente cuando el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, proclama la nueva doctrina de su partido: “dignidad no se come”.
Aparte de esta lección de crudo pragmatismo del más rancio capitalismo, queda la duda de si, empleo por empleo, los cocales ilegales defendidos a sangre y fuego por el gobierno de Evo Morales, crearon los suficientes empleos para reemplazar a los que se han cerrado en esta larga crisis del sector textil. Cientos de fábricas cerraron en este proceso, o migraron a otros países.
Es cierto, los empleos de la industria textil eran del sector legal de la economía, del sector digno, de ese que paga impuestos y que provoca exportaciones que se hacen de cara al sol, mientras que los empleos que crea la coca del Chapare son del otro sector, de la economía ilegal, de la economía pecaminosa, pero son empleos, dirán los pragmáticos del capitalismo.
El país ha apostado, cuando el gobierno del MAS está a cargo de las apuestas nacionales, por la economía ilegal. Todos lo sabemos, aunque pocos lo quieren admitir.
Hay otras secuelas de esta apuesta, comenzando por la inseguridad que se vive en el país a lo largo de la ruta de las exportaciones ilegales. Es una contabilidad que seguramente han de hacer las generaciones futuras.
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