El jueves 29 de abril de 2015 fue un privilegio asistir al concierto dado en el Centro Sinfónico, en homenaje a los 150 años del nacimiento del ilustre compositor finlandés Jan Sibelius, donde la Orquesta Sinfónica Nacional se destacó bajo la batuta de su director Mauricio Otazo Fagalde. En la primera parte escuchamos el poema sinfónico Finlandia que, seguramente, es la obra más conocida del compositor en nuestro medio, y después la suite Karelia, menos conocida entre nosotros.
Ambas denotan el marcado nacionalismo de las obras vigentes en los países europeos en el Siglo XIX, en el que grandes músicos contribuyeron a la consolidación nacional de sus países. La música nos trasportaba, sin conocerlo, al paisaje boscoso nevado y a la música folclórica del país nórdico; recordemos que cuando se las compuso, formaba parte del Imperio ruso, como el Gran Ducado de Finlandia.
Pero la interpretación más esperada por el auditorio fue el Concierto para violín y orquesta en re menor, Op.47, que hizo vibrar de emoción y admiración al público que numeroso llenaba la Sala. El virtuosismo de Petteri Livonen es indiscutible, joven violinista que triunfa en concursos y con orquestas famosas, bajo la dirección de directores como Leif Segerstram, Sakari Ortamo, Zubin Mehta, Jean-Jacques Kantorow y otros. Nacido en Helsinki en 1987, estudió el instrumento desde los 4 años y sólo después de larga, tenaz y perseverante dedicación en academias y con otros grandes, ha alcanzado el sitial que se ha ganado entre los eximios violinistas del mundo. La ejecución de Livonen fue magnífica, ganó el clamoroso aplauso de los concurrentes, que fue reconocido con dos “bis” del virtuoso, a cual más admirados.
No hace mucho, tuvimos la oportunidad de escuchar este concierto en Los Ángeles, Estados Unidos, el 16 de enero de 2015, con Los Ángeles Philarmónic de esta ciudad en el Walt Disney Concert Hall, donde actuó como solista Nikolaj Znaider, otro prodigio del violín; no obstante, Livonen nos cautivó más, sea porque era una segunda vez que apreciamos el concierto y lo asimilamos más.
Así, podemos deleitarnos con expresiones de arte musical de alto nivel, de cuando en cuando, que en otras capitales importantes son de programación rutinaria y que influyen en la calidad cultural de sus habitantes. Pero en La Paz, ciudad nominada como “maravillosa”, no podemos contar con un escenario majestuoso y adecuado, que exigen las representaciones sinfónicas, las grandes funciones de ópera y ballet. Una urbe tan importante como esta ciudad coronada, no sólo necesita, sino que exige ser dotada con tal escenario, para apreciar el desarrollo magistral de la música, la danza y el bell canto. Dicha falta de escenario nos coloca en inferioridad cultural frente al resto de las naciones.
No olvidemos que el cultivo del arte, en cualquiera de sus formas, eleva al hombre, lo dignifica y le da refinación cultural y social.
Muchas voces han sonado para que cuando sea trasladado el vergonzoso Panóptico Nacional, se construya en ese lugar el Palacio del Arte, sin embargo las autoridades están enfocadas en otros menesteres, sin que las elevadas manifestaciones musicales merezcan su atención. Este palacio a ser construido, además de revalorizar el centro, puede constituirse en un monumento arquitectónico, dotado de todas las facilidades, parqueos en los sótanos, jardines y fuentes de agua, estatuas alegóricas de las artes y, en fin, una verdadera atracción turística inclusive.
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