Héctor Revuelta Santa Cruz
La ciudad de La Paz, con los problemas de tránsito y los ruidos estridentes, se está convirtiendo en una “Ciudad Inviable”, con consecuencias de difícil pronóstico y con daños irreversibles para los moradores de esta ¡Oh linda La Paz!
Entre algunos ruidos molestos (todo ruido es molestoso) es probable que, entre los primeros, esté el producido por bocinazos que sin misericordia alguna, muchos conductores, abusan agresivamente de su uso provocando una polución ambiental que indudablemente, además de causar molestia a los peatones, en particular, son motivo del creciente stress de toda la ciudadanía.
Sobre estos conductores que abusan de la bocina, tocándola frecuentemente sin motivo, expertos en la materia opinan que son personas inseguras y temerosas. La bocina, para ellos, es un grito subconsciente de pedido de auxilio para solucionar sus problemas, y así también muestran una total falta de respeto a sus semejantes
Además de los bocinazos, particularmente en las vías del centro de la ciudad, los peatones tenemos que soportar el pito de los varitas que, con el buen propósito de hacer el tránsito más fluido y evitar congestionamientos, tocan desaforadamente para así llamar la atención de los renuentes conductores que detienen sus vehículos inadecuadamente. No es extraño que, al cruzar una calzada, toquen el pito en plena oreja de una persona mayor o de una criatura en brazos, sin saber las consecuencias que habrá causado esta acción.
En general se hace abuso, en la ciudad, de la bocina, del pito, de altoparlantes y hasta los voceadores de minibuses incrementan los decibeles en forma increíble estresando a los pasajeros y desmejorando ostensiblemente la calidad de vida.
La revista científica “Muy Interesante” textualmente, sobre el ruido, dice: “La contaminación acústica afecta sobre todo al cerebro y al oído, perjudicando, además, al sistema nervioso, al digestivo, al circulatorio e incluso, según las últimas investigaciones, al sistema reproductor”. Lo último constituye una verdadera novedad.
En conclusión: el ruido nos está matando poquito a poco, así como la impotencia de no poder hacer nada ante semejante problema.
El autor es Ingeniero Civil, Docente de Ing. del Tránsito de la Facultad de Ingeniería de la UMSA.
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