Democracia real y democracia formal

La democracia es el método político con el que el pueblo participa en la formación del gobierno mediante su voto; obliga a sus autoridades a someterse a las leyes, las cuales deben ser racionales, legítimas, claras, universales, es decir hechas para todos, sin distinción de ninguna clase; además, propugna la división de Poderes para administrar el Estado. Ese es el postulado; pero, como todo fenómeno humano hecho por personas, para personas, manejado por seres falibles, casi nunca se cumple a cabalidad. De todos modos, es un sistema que exige el cumplimiento de las condiciones enunciadas. Esto es lo real para ser denominada democracia.

Ahora entra el ser humano que la utiliza, lleno de intereses, de egoísmos, y, muchas veces con hambre de Poder por el Poder, etc. y, claro, la manosea, la tergiversa, la somete a sus caprichos, pero la sigue denominando democracia. Se llama a elecciones con condiciones irracionales; se nombra a administradores del voto, que no son verdaderamente imparciales y objetivos, o son militantes ocultos del partido oficialista; quienes buscan el resquicio de la ley por el cual se pueda hacer resbalar la ilegalidad, llamándola “cumplimiento de la ley, que no se discute; se cumple…”, de esta manera, favorable, casi siempre al caballo del corregidor, autoridad que se niega a perder en esa carrera, como desgraciadamente hemos visto a lo largo de nuestra historia. Esta es la democracia formal, es la fachada del edificio donde se lee “Democracia”, recinto en el que debería prevalecer la igualdad y la objetivad, pero donde, en realidad, funciona el Ministerio de Gobierno.

A raíz de las últimas elecciones de gobernadores y alcaldes, podemos ver que se ha entablado una lucha silenciosa entre autoridad y pueblo; entre los bolivianos que queremos una democracia real y quienes practican la democracia formal. El comportamiento de los ciudadanos en la contienda electoral ha sido ejemplar. Se ha respetado las leyes, se ha acudido a elegir; no a votar, porque como toda persona, quiere ejercer su libertad en los actos de su vida, y nombra a quien cree el mejor para ese cargo, desde donde, de una manera u otra, se juega el futuro de todos los habitantes de un país; se ha tenido respeto por la opinión ajena, tanto que no ha habido disturbios de ninguna naturaleza entre simpatizantes de esta o aquella agrupación. Sobre todo, se ha oído más a la propia conciencia que a la propaganda, las ofertas de último momento, y las amenazas de quienes se han emborrachado con sus cargos.

¿Por qué se ha tenido los resultados que conocemos? Quizá debido a la decepción del pueblo que comprende, o intuye que el mal manejo de las palabras: Libertad, cambio, revolución, socialismo, y demás, es más palabrería hueca que realidad, con las cuales se lo quiere manejar; o, también, por un deseo inconsciente de recuperar su calidad de ser pensante, que busca mirar el mundo por sí mismo, sin atenerse a los mandatos del que dice que piensa por él. En suma, por recuperar su calidad y dignidad de ser plenamente humano.

Los ciudadanos que se han comportado de manera verazmente democrática esperan que las autoridades también entren en el sendero de la democracia real; actúen como servidores públicos, es decir, de todos los bolivianos; que cumplan escrupulosamente su mayor responsabilidad: sujetarse a la ley con recta conciencia.

La denuncia sobre traslado de gente desde Santa Cruz para causar tumultos durante la segunda vuelta en el Beni ha sido desmentida por los hechos; pero esas personas pueden moverse con el objetivo de torcer el pequeño triunfo de la oposición, con cualquier pretexto, como lo han hecho ya en Chuquisaca. ¿Lo harán, desfigurando el rostro de la democracia? El tiempo y la historia que a la larga todo lo juzga, nos lo dirán.