[Armando Mariaca]

Inseparables: derechos humanos y libertad de prensa


Hace pocos días, se conmemoró “el día de la libertad de prensa”, un día que se prolonga a todos los días del año porque se lo practica y vive, porque es parte fundamental de los derechos humanos, porque sin libertad de pensamiento que da origen a la libertad de expresión, el ser humano se convertiría en un ente ignorante, mudo, ciego y con todos los defectos que podría imaginarse.

La libertad de expresión es base de toda libertad, es sustento del sentimiento y de los valores y principios del ser humano. Creer que la libertad de expresión es manipulable, controlable, suprimible y reducirla o anularla es ingresar a los campos de las tiranías más dramáticas porque implicaría anular todo derecho del ser humano, ya que todos esos derechos se manifiestan mediante la libertad de expresión en obediencia a los pensamientos del ser humano.

En tiempos del nazismo, del comunismo o del castrismo, políticas, doctrinas, sentimientos y pensamientos ya obsoletos, contrarios a los derechos humanos, han periclitado por inútiles, atrabiliarios, contrarios a todo bien en favor del ser humano. Esos regímenes han hecho escarnio de la libertad de expresión y, automáticamente, han pisoteado los derechos humanos hasta el extremo de contar en sus resultados con millones de víctimas. Baste recordar los tiempos del nazismo de Hitler o del dictador José Stalin de Rusia que han aniquilado a millones de personas y, como fiel imitador, Fidel Castro que utilizó el paredón para deshacerse de todos los que no pensaban como él o como su partido el castrismo.

Muchos gobiernos, basados en el totalitarismo, han buscado la anulación de los medios de comunicación, de los periodistas y de quienes utilizaron la libertad de prensa para usar su libertad de pensamiento. Concebida la democracia, en toda su acepción y alcances pero sin libertad de expresión es una aberración, un error garrafal que al aplicarse, castiga gravemente a las víctimas directas como son los medios de comunicación y los periodistas y, más temprano que tarde, a los autores o victimadores de esa libertad.

La libertad de pensamiento, de la que emerge la libertad de expresión, no puede ser vulnerada ni reglamentada, ni limitada ni vendida ni reducida ni retaceada ni destruida porque es algo que corresponde al espíritu, a los principios morales y de vida del ser humano; es parte indivisible de la voluntad de Dios que otorgó al ser humano el libre albedrío o sea la absoluta libertad para obrar y diferenciar el bien del mal y todo ello implica actuar bajo principios morales y de total responsabilidad; de otro modo no habría democracia y tampoco pensamiento honesto y libre; no habrían virtudes que se hagan valores que estén consubstanciados con el ser humano y con la misma naturaleza que es el ejemplo más vivo de libertad.

Desde hace mucho tiempo, especialmente en los países que han conseguido su libertad e independencia, existe la convicción de que el bien mayor logrado es la libertad y, por supuesto, la libertad de pensamiento hecha libertad de expresión que se ha convertido en sustento y razón de ser de la democracia y de los derechos humanos. Para los medios de comunicación y para los periodistas, columnistas, editorialistas, las funciones de comunicar y expresar criterios u opiniones es el mejor medio de servir porque ello implica capacidad de amar, puesto que quien sirve honesta y responsablemente, no hace otra cosa que amar.

La libertad de expresión no sólo es favorable o derecho del pueblo; es también derecho de todo régimen gobernante porque son los gobiernos que se benefician en mayor grado de esa libertad aunque, en muchos casos, no se la reconozca y se pretenda vulnerarla o restringirla o criticarla o amputarla. Y cuando se habla de libertad de pensamiento y expresión, automáticamente surgen las preguntas con relación a quienes tienen poder político, económico, social o de cualquier índole: ¿Cómo se entendería y actuaría un gobierno sin la comunicación social? ¿Cuál sería el destino de todo lo que proyecta y hace el gobierno? ¿Cómo cultivarían su soberbia, su egolatría, fatuidad y vanidad quienes tienen poderes políticos? ¿Cuál sería el destino de los partidos políticos y de cualquier institución sin los medios de comunicación?

Un país que no cuenta con libertad de comunicación ocultaría mucho de lo que hacen los gobernantes porque en todo totalitarismo que anula los derechos humanos, lo que hagan los medios, bien o mal es malo, es contrario a quienes gobiernan, por más que los favorezca. La libertad de expresión permite a todos conocer y saber de los progresos de las ciencias, la tecnología, la salud, la educación y todos los bienes que hacen a la vida del ser humano.

La libertad de expresión sabe que todos los días son “su día”, porque esa libertad es honra de los pueblos, es lábaro que conduce a las naciones que buscan mejores condiciones de vida; la libertad de expresión permite que el ser humano pueda alcanzar las cimas del progreso, del conocimiento y de la cultura. Esa libertad permite reconocer la existencia de Dios y actuar conforme a sus mandamientos que no son otra cosa que decálogos de cumplimiento, en libertad de todo lo que hace bien al ser humano.

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