El Papa y los graves problemas del mundo

En continuidad permanente con los textos evangélicos, el Papa Francisco ha hecho saber su gran preocupación por los problemas que aquejan a la humanidad y que, seguramente sin la comprensión y unidad de todas las naciones, no será posible resolver. Desde el Papa León XIII, existe una especie de angustia en los Vicarios de Cristo por las dificultades del hombre y, por ello, han lanzado muchas Encíclicas pidiendo que se conduelan las conciencias -especialmente de quienes poseen riquezas económicas, tecnológicas y científicas- para encarar, conjuntamente, las soluciones que corresponda.

El Papa Francisco, desde su asunción al trono de San Pedro, ha vivido consubstanciado con las preocupaciones y angustias del Papa Juan Pablo II que en múltiples oportunidades y ante foros como Naciones Unidas, ha mostrado preocupación por lo que pudiese ocurrir con el orbe si no se encuentra solución a tantos problemas que aquejan al hombre.

Evidentemente, tiene que haber preocupación en el Sumo Pontífice si se ve solamente algunos de los grandes problemas: armamentismo y proliferación del potencial nuclear que es capaz, tan sólo con un 5% de su existencia, de destruir totalmente al planeta. La pobreza que aqueja a dos terceras partes de la humanidad; la inseguridad ciudadana que actúa amenazando a todas las comunidades del mundo mediante crímenes, asaltos, violaciones, bloqueos, corrupción, atentados de toda naturaleza; la criminalidad nunca contenida y menos sancionada que actúa impunemente en muchos países del mundo y que, por esfuerzos que se haga, no contiene a violadores y asesinos para segar la vida de muchas personas; las prácticas hedonísticas que implican depravaciones de toda clase y que atentan contra la moral de todos los pueblos.

El hambre, las enfermedades, la carencia de vivienda y buenas condiciones de vida de muchos pueblos, resultan ser, en las actuales circunstancias, una especie de “bomba de tiempo” capaz de enfrentar a pobres contra ricos y todos propendan a encontrar caminos de destrucción de todos. Hay angustia del Papa y de las comunidades del mundo, por las acciones contra los derechos humanos por parte de regímenes totalitarios o dictaduras que tienen poderes absolutos. Hay angustia por la acción de violadores, entre ellos muchos sacerdotes de creencias religiosas y de la propia Iglesia Católica, que actúan casi impunemente porque si bien se los denuncia, nunca se los sanciona con la drasticidad que merecerían.

Hay problemas graves en el mundo; pero, con seguridad, el mayor problema radica en que quienes poseen poderes económicos, políticos, sociales y culturales actúan con la consigna del “dejar hacer y dejar pasar” y no toman conciencia de realidades que viven sus propios países y no buscan, solidaria y mancomunadamente, los remedios para situaciones álgidas que amenazan seriamente la vida de la humanidad. El Papa Francisco podría ser el gran instrumento para sensibilizar a muchas naciones y al mundo en general para encarar remedios a lo que con fe, caridad, amor y esperanza es posible resolver.