Juan Bautista Del C. Pabón Montiel
Las banderas de la libertad (*) ondearán el 10 de mayo, cual círculo de oro y fuego sobre los tiempos imperecederos e inmortales. El sol brillará sobre aquellas vidas que fueron ofrendadas en las luchas por perpetuar el pensamiento libre, digno y altivo. Sobre las cruces de los muertos sagrados que cayeron bajo la artillería de los atrabiliarios; de los dictadores, cuyos monumentos de barro se diluyeron ante la presencia soberana de la libertad. La libertad, niebla escondida en las luces de las estrellas del universal pensamiento, navegará por los siglos con sus insignias y pabellones que no pudo arrear la canalla de las dictaduras.
Desde el pasquín murillano en plena colonia, pasando por “Tórrez, uno de los primeros periodistas”, como sostiene don Carlos Montenegro, en Nacionalismo y Coloniaje, ese periodismo primitivo nacía con las raíces de las auroras de la libertad. “En México se llamó ‘corrido’, en Chuquisaca ‘libelo’, y en la Paz y Buenos Aires ‘pasquín’”. “Algunas de nuestras poblaciones lo emplearon mucho antes de que el país se independizara de la corona española”. En Nacionalismo y Coloniaje, la voz del historiador nacionalista Carlos Montenegro prosigue con sus contundentes afirmaciones sobre los orígenes del periodismo nacional. “Aunque por ser eventual no podía llamarse periódica, la publicidad manuscrita fue, por su índole, típicamente periodística”. (Pág. 1. Obra citada.)
El “cerco jurídico” al trabajo periodístico, que denuncia la ANP, es el cerco del viento que amenaza y se diluye ante el furor de las llamas inextinguibles del pensamiento y la libertad. Sí, es materialmente imposible apresar al viento, detener el humo y amarrar los mares; cuán difícil es meter en el bolsillo a sus exponentes, los periodistas y sus medios de difusión.
Claro que hay miedo, hasta que el miedo mismo se convierte en ariete para tumbar dictadores, ministros de información, o censores de todas las clases; desde la espada del conquistador ibérico hasta la barba de Melgarejo, cruzando por los dictadores que soñaron tener en sus manos arteras y tiranicidas la libertad.
Todos los días están presentes los esposos Alexander, los Otero; los grandes periodistas que murieron besando sus libertades; bebiendo los soles augurales de los nuevos días. El periodista a pie, el camarógrafo, el columnista o colaborador son símbolos de los obeliscos impertérritos de su hombría y valor.
¿Dónde están los dictadores que intentaron enmanillar a la libertad? ¡En los abismos del olvido, de los réprobos, de los apátridas! Moran en los infiernos de sus conciencias alquiladas languideciendo sus miserias; abominados por una sociedad que sentencia moralmente, cual estigma del crimen artero.
Final: la libertad y el periodismo son el inmenso e infinito mar y cielos que no podrán echarse a sus fauces de un sorbo los que montan el caballo del corregidor, los gendarmes entorchados o los serviles ocasionales alquilados momentáneamente.
“Las banderas de la libertad” es el título del himno o canción del periodista, por lo tanto la autoría no es nuestra. Respetamos los derechos de autor ratificando su origen que lo tomamos en esta grande fecha.
Puerto Suárez - Santa Cruz.
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