[Boris Santos Gómez]

A propósito de Petrocaribe


II

Hoy el barril está oscilando entre 42-50 USD/barril y Venezuela ya no puede darse el lujo de “subsidiar” o regalar petróleo; por el contrario, Estados Unidos que desarrolló la industria del shale (o fracking de gas y petróleo) lo produce a mayores niveles, con mejores precios, de ahí es que Arabia Saudita y los gigantes petroleros tuvieron que reducir su precio al mercado para “combatir” la nueva recuperación norteamericana de su industria de petróleo/gas.

Desde Estados Unidos se convocó en enero pasado a la Cumbre de Seguridad Energética del Caribe, en donde el Caribe se puso nuevos objetivos, ya no tan aferrados al petróleo venezolano y buscando nuevas dinámicas comerciales para suministrarse. Asistieron FMI, Banco Mundial y la Unión Europea. Y hablaron de lo que se debe hablar en ese mundo: de negocios petroleros.

Lo que se busca es un nuevo paradigma para el Caribe. Ideal. Así se debe avanzar: buscan alternativas al petróleo venezolano que, de momento, ni está disponible ni puede ser el único suministrador.

Atlantic Council publicó un detallado informe titulado “Energía incierta: la apuesta del Caribe con Venezuela”, en donde resalta que “el gobierno de Estados Unidos debe adoptar rápidamente una serie de políticas transformadoras para evitar una crisis energética en el Caribe y América Central, dada la posibilidad de que se erosione rápidamente el apoyo financiero de Venezuela a las importaciones energéticas de la región”.

Entendamos, para el lector no familiarizado con el escenario energético caribeño, que muchos de esos países no son productores de petróleo/gas y sólo tienen posibilidades de refino muy reducidas y de almacenamiento aún más pequeñas.

Por ejemplo, Nicaragua a cambio de su factura petrolera suministra carne y leche, o con servicios médicos, de educación y deporte, como hace Cuba. Petrocaribe (o Venezuela, para decirlo sencillamente) también financió construcción y mejoramiento de refinerías, plantas de almacenaje, oleoductos y plantas hidroeléctricas en algunos países miembros, como Cuba y Nicaragua. Loable, pero contablemente no muy saludable. A El Salvador le significó un alivio importantísimo a su factura petrolera de aproximadamente 1,600 millones USD/año destinados a importación de combustibles, que el 40% se pagará en 25 años.

Es tiempo de mover la integración energética latinoamericana recogiendo algunos postulados de Petrocaribe, pero sin perder de vista el hecho, fáctico, de que el petróleo/gas deben ser tratados como lo que son: commodities no para trueque por productos sino por dinero, porque dinero es lo que necesitan los países para desarrollarse.

Analizando el Informe 2014 de la estatal petrolera venezolana -según Inter American Trends- indica que Venezuela en realidad sólo habría recibido por ventas del crudo unos 39.650 millones USD, ojo que a esta cifra se debe restar el consumo interno, los barriles que no son cobrados a Cuba, los países del ALBA y Petrocaribe; así como los 478.000 barriles/día que son enviados a China por los préstamos otorgados por Pekín. Las finanzas venezolanas ya no dan para sostener a Petrocaribe en viejas condiciones.

El propio experto Horacio Medina, exgerente de PDVSA indica claramente -en relación con las finanzas de la estatal petrolera venezolana, que es el principal sostén de Petrocaribe- que no está de acuerdo con las cifras de venta y producción de esa estatal: “Uno saca las cuentas de los niveles de producción y eso no se compagina con la actividad de taladro ni con la generación de capacidad de producción interanual”, subrayó.

Según analistas independientes, la situación de Venezuela es altamente precaria, en términos petroleros: indican que el nivel de producción debe estar alrededor de 2.300.000 - 2.350.000 barriles/día con cero posibilidad de incrementar producción; con tremenda deuda a China y con precios bajos del barril es imposible seguir “sosteniendo” el modelo Petrocaribe, por lo menos desde la perspectiva financiera/contable.

El Caribe debe meterse profundamente hoy en proyectos de energía alternativa, viendo de evitar su alta-dependencia del petróleo; buscar nuevos aliados comerciales en el mundo, comprar petróleo y gas LNG desde otros proveedores -obviamente será contra pago de dinero, no de servicios- y rescatar a Petrocaribe como fermento de una nueva Carta Energética Latinoamericana que sea el eje de la integración. Bolivia tiene la palabra en temas de integración energética a partir del gas y sus derivados industrializados.

Entre Venezuela y Bolivia se puede construir una gran alianza que dé sustento a negocios energéticos en el continente, pero pensando racionalmente y sin utilizar al petróleo/gas como herramientas políticas sino de integración comercial.

En cuanto a Venezuela, como latinoamericano me preocupa su falta de políticas públicas para su petróleo, pero al mismo tiempo estoy convencido de que su denominada Faja Petrolífera (en Orinoco) es la salvación energética no sólo de Venezuela sino del mundo, pero esa debe ser explotada con racionalidad y con planificación.

El autor es consultor del sector privado, sigue sus análisis en twitter: @bguzqueda

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