Las elecciones subnacionales del 29-3-15, marcaron otro capítulo de la historia política boliviana. Fue, sin duda alguna, el evento más antidemocrático que he visto en mí larga vida. Las sombras superaron ampliamente a las luces.
El Domingo de Ramos estuvimos frente a las urnas, no dejó de ser anecdótica la fecha de su realización, y de mal augurio para los que sacaron a Dios del Palacio Quemado. Vimos por un lado las esperanzas de un pueblo que sigue creyendo que esto es democracia y, por otro, la triste realidad.
Nuestra gente confunde democracia con elecciones, como si votar fuera suficiente. Como si no fueran importantes los Derechos Humanos que reclamó Rolando Villena para El Beni (27-3-15). Como si no fuera importante la sujeción al Estado de Derechos que violó Su Excelencia, metiéndole nomas y haciendo campaña electoral, burlándose de la ley (3-2-15). Como si no fueran importantes las elecciones libres y justas, sin tener que votar en una papeleta electoral trucha de cabo a rabo, como en el Beni (29-3-15). Como si no fuera importante el régimen plural de partidos que reclamó el pueblo de Baures, para no votar por un solo candidato como en Cuba (28-3-15). Como si no fuera importante la independencia de poderes, para no soportar un Tribunal Electoral claramente parcializado con el Caballo del Corregidor (20-3-15).
La página más negra de estas elecciones fue, sin duda, el atropello al pueblo beniano. Expreso mi profundo desagrado por el poco apoyo que tuvieron, de parte de las fuerzas democráticas nacionales e internacionales.
Denis Racicot, a nombre de la pusilánime OEA, sólo atinó a decir que: tuvo la oportunidad de trabajar en materia electoral en otros países, “pero nunca he visto semejantes situaciones”. Agregó que “es una cosa que no se observa en otros países, lo que pone a las contiendas electorales en un contexto de inseguridad e incertidumbre” (1-4-15).
Con excepción de los damnificados directos, pocas fueron las personas e instituciones que elevaron con firmeza su voz de repudio. Lo que está claro es que no hubo la necesaria masa crítica para frenar el abuso del gobierno y de sus operadores políticos: el Tribunal Supremo Electoral y el Órgano Judicial, dos instituciones altamente desprestigiadas ante la opinión pública nacional, pero que tienen en sus manos los destinos de este pobre país.
¡Qué brutal incoherencia!, los descalificados deciden nuestras vidas.
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