La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático define este fenómeno como “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables” (1992).
Este es uno de los grandes temas que se debate en los últimos 30 años, por los impactos que genera en las diferentes actividades humanas, con gigantescas consecuencias en la economía y en el bienestar social.
De hecho en nuestro país la gradual pérdida de glaciares de la cordillera andina, que son nuestros reservorios naturales de agua, representa una amenaza a las dos ciudades más grandes de la parte altiplánica: La Paz y el Alto y, por supuesto, a todas las comunidades que se asientan en torno al Lago Titicaca y La Paz. Estos centros quedarían sin sus fuentes de abastecimiento de agua potable.
En el oriente boliviano, tal como se ha observado en los últimos 10 años, ha aumentado la cantidad de precipitación, provocando serios daños a la actividad agropecuaria; se han cernido serias amenazas sobre Trinidad y otras poblaciones del departamento Beni. La cuenca amazónica es una de las más grandes del país, cubre el 65,7% del territorio nacional, los ríos que la conforman fluyen hacia la gran cuenca del río Amazonas en el Brasil. En 2014, en la parte que ha afectado al Beni, cuatro subcuencas, la del Beni, Mamoré, Iténez e Izozog, han hecho su parte para tener un tremendo desborde de aguas hacia las llanuras de Moxos. Este conjunto de subcuencas está conformada por 250 ríos que fluyen en la parte final en el río Madera en la frontera noreste con Brasil.
Como ejemplo debe recordarse que entre Cochabamba y el Beni, existía la localidad de Todos Santos que desapareció por la acción de los ríos que confluyen desde el Chaparé hacia el río Mamoré, como consecuencia de estos cambios.
La previsión de lo que pueda suceder en el futuro es una enorme necesidad de política nacional y requiere el máximo de atención, si queremos evitar gigantescos daños económicos y sociales a nuestro país. Esta es la razón de la excelente investigación que bajo el título “La dinámica del cambio climático en Bolivia”, realizada por un equipo de investigadores coordinado por Lykke E. Andersen y Luis Carlos Jemio, se ha presentado al público hace poco tiempo, en libro bajo el título señalado, publicado bajo el auspicio de la Fundación INESAD.
Tal como se señala en la introducción, el libro “presenta un análisis exhaustivo y consistente de los posibles impactos del cambio climático en Bolivia. No solamente incluye los efectos directos estimados para cada año, en cada municipio y en cada sector donde se puede esperar efectos significativos, sino también incluye los efectos indirectos, dinámicos y acumulados que surgen a partir de estos impactos directos”.
“Para estimar los efectos totales y acumulados sobre la economía boliviana, se calcularon en forma detallada los impactos directos del cambio climático en cada uno de los sectores expuestos a él, como ser agropecuario, infraestructura, recursos hídricos, biodiversidad, energía hidroeléctrica y salud pública, por años y municipio”.
Como se puede apreciar por lo anterior, el estudio es de una acuciosidad compleja que merece estudiarse y, en el futuro, utilizar sus previsiones para evitar los daños que este fenómeno mundial pueda causar al país.
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