Debido a los altísimos precios de las materias primas en el mercado internacional, la economía boliviana atravesó durante casi diez años por una notable etapa de bonanza, como jamás ocurrió en el país. Los precios de gas, estaño y otras materias primas originaron que el Estado disponga de cuantiosos fondos e inclusive tenga reservas en el Banco Central capaces de causar una corriente de optimismo político próximo a la euforia. Dichas reservas fueron consideradas como un blindaje inexpugnable que duraría de por vida.
Esa gran cantidad e ingresos fue administrada por el Estado y sus responsables la dedicaron, en la mayoría de los casos, a obras faraónicas de escasa proyección financiera y crear la corrupción, como en el asunto del Fondo Indígena y otros despilfarros, mientras, por otro lado, no se tomó las previsiones del caso y así se descuidó considerar que la época de las vacas gordas podría llegar a su final, trayendo consigo efectos peligrosos.
A sólo cinco meses de que estalló la crisis por el derrumbe de los precios en el mercado mundial, la situación del pueblo boliviano empieza a sufrir graves consecuencias, demostrando, en esa forma, que el anunciado blindaje para nuestra economía no había sido de acero, sino sólo una frágil muralla de arena, fácil de derrumbarse ante el menor soplo de los mercados mundiales.
Los datos concretos que revelan que el blindaje era una fórmula deleznable, ahora se presentan en la deflación monetaria, caída del valor de las exportaciones, baja de la producción minera y agrícola, dificultades de industrias, cierre de microempresas, la fuga de inversionistas, posible quiebra de grandes firmas…
Por otro lado, agravando el panorama provocado por la dependencia colonial hacia los mercados extranjeros, el Gobierno en vez de enfrentar la tempestad que se avecina, empeora el nuevo estado de cosas y aplica el doble aguinaldo, para ciertos rubros; sube salarios en proporción insostenible; alza el salario mínimo, mientras, al mismo tiempo, echa a la calle a obreros mineros y les rebaja sueldos, a la vez que cae el poder adquisitivo de los ingresos. Es más, el mismo Estado desconoce una política de austeridad, pues sube las deudas externa e interna y sus ingresos se reducen, al extremo de decir que el PIB bajó del 5,9 al 5 por ciento, lo cual aconseja realizar la más urgente terapia para poner a salvo al blindaje en el cual puso todas sus esperanzas.
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