Durante los últimos meses del año pasado y los cinco avanzados de éste, a nivel mundial y nacional se han registrado noticias sobre la llegada de una crisis económica para los países de tipo colonial que se dedican casi exclusivamente a producir materias primas y, a la vez, importar toda clase de productos, desde alimentos hasta palillos de dientes.
Con algún detalle las informaciones del INE señalan que, a nivel local, en Bolivia las exportaciones de Hidrocarburos cayeron en $us. 507 millones en los primeros tres meses del año; las ventas de la industria manufacturera cayeron en $us. 298 millones; las exportaciones de minerales cayeron en 63 millones de dólares y los ingresos de la agricultura cayeron en 40 millones de dólares, con respecto a los tres primeros meses del año 2014. Por el contrario, las importaciones continuaron su ritmo ascendente, al extremo de que lo exportado por el país hasta marzo no alcanza a cubrir las compras provenientes del exterior, produciéndose un déficit en la balanza comercial. Al mismo tiempo se informa que las empresas públicas que practican el capitalismo de Estado registran pérdidas, como en los casos de Huanuni, Papelbol, Vinto, Cartonbol, y otras.
Al anterior panorama se suma el deterioro de la agricultura que muestra grandes dificultades y los agricultores orientales han hecho saber que este año bajará la cantidad de hectáreas destinadas al arroz, maíz y trigo, mientras los occidentales recuerdan el descenso de la producción de papa, ocas, tomates, quinua, fruta y otros. Los productores agropecuarios remarcan que enfrentan una situación “grave” por el contrabando que entra de países vecinos y las importaciones que hace el Gobierno por medio de EMAPA, que constituyen una competencia desleal que los conduce a la ruina y obliga a suspender sus actividades.
Mientras la economía nacional está afectada en esa forma por factores internos, también está contaminada por factores externos, en particular el hecho de que casi todos los países del planeta (Rusia, Francia, Canadá, Argentina, Perú, Chile, Brasil y otros) han devaluado sus monedas, decisiones que al parecer han pasado desapercibidas para los gerentes de la economía boliviana que guardan increíble mutismo en torno a esos y otros problemas, mientras la dura realidad avanza día a día y confirma que el blindaje de nuestra economía está oxidado y que de seguir así se convertirá en un misil contra sí mismo.
Lo más notable de la crisis que ya vive el país es que las autoridades responsables no mueven ni un pelo y miran la situación de palco, omisión parecida a las bandas del Titanic que seguían tocando músicas de baile, mientras la nave se iba a pique. En efecto, mientras la crisis avanza como una fría racha de tormenta, el pueblo boliviano está encandilado con el Dakar, elección de autoridades, la cuestión de La Haya, la errática actitud del Órgano Electoral y, finalmente, el triunfo del Bolívar y otros circos.
La ausencia de una política económica para la crisis permite considerar que el Estado carece de Ministro de Economía para momentos críticos y sólo existió cuando estaban altos los precios de los productos de exportación. En ese sentido sería oportuno que el Gobierno nombre o reactive su gabinete económico.
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