La próxima llegada del Papa Francisco es motivo de grande regocijo y alegría plena en nuestros corazones, “Bolivia es católica” dice un gran letrero en la Ceja de El Alto. En la graduación de cientos de profesionales en la Universidad Católica San Pablo de La Paz, todos prestaron su juramento por Dios y la Patria; similar actitud de confesión cristiana se realiza en actos de promoción de todas las escuelas fiscales de Bolivia. Por demás está mencionar las misas y actividades religiosas en todo el territorio nacional, que son esencialmente católicas, aunque con algunos defectos, que se trata de enmendar.
Actualmente, las diversas ceremonias religiosas en todo el país son solidariamente respetadas.
Estas consideraciones, por demás de valor, refutan la desaparición, en el Palacio de Gobierno, de la sagrada Biblia y el Crucifijo, que enmarcaban una tradición histórica y representaban la fe católica del pueblo boliviano.
Cuando atravesamos por tantas vicisitudes materiales y morales, prevaleciendo la injusticia, con familias con niños y ancianos, que son atormentadas por el abandono y la pobreza, para qué más lamentarnos, pero el pueblo no se resigna, clama: “Todo lo dejo a Dios”. Y nuestra fe es la única esperanza que sostiene nuestra vivencia. Recogemos el trigo, sembramos la semilla de la quinua, miramos el cielo y leemos la Biblia que nos brinda tantas enseñanzas, mientras al crucifijo lo consideramos como símbolo de milagros y consuelo. Así el símbolo del Creador siempre estuvo representado entre nosotros, iluminando y testificando, desde la Plaza Murillo, a todo el territorio nacional.
La restitución que corresponde de tales elementos sagrados, la Biblia y el Crucifijo, será una forma de halago y amor a la visita del Santo Padre a nuestra querida tierra boliviana. En la espera podemos orar con tranquilidad de espíritu y conciencia, por el bienestar, salud y progreso de nuestra amada Patria.
El presidente Morales ha dicho que obedece y trabaja con el pueblo, entonces el pueblo le pide respetuosamente que la Biblia y el Crucifijo adornen nuevamente el Palacio de Gobierno, celebrando con sinceridad la llegada del Papa Francisco.
Dispensen, el pueblo no es laico ni ateo.
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