No sé si somos un pueblo de imbéciles o de acobardados, pero estamos cerca. Por lo menos así lo cree el Gobierno y con razón. No quiero hablar de ser un “pueblo enfermo”, por demasiado arguediano. Mencionar a Alcides Arguedas es un estigma imperdonable en estos tiempos de cambios mesiánicos aún sin frutos. Sin embargo, está a las claras que los actuales gobernantes se mofan de los bolivianos descaradamente. Se ha llegado a un extremo intolerable de burla cruel o de un fariseísmo que tiene hipnotizada a la población. No ha existido, que recuerde, Gobierno igual a este, en capacidad para decir lo que no siente. O para acomodar a su conveniencia lo que hasta hace unos días, meses o años, defendía o atacaba con furor.
Dos últimos ejemplos son suficientes para esta afirmación: los bloqueos en varias carreteras y caminos y el desprestigiado Tribunal Supremo Electoral (TSE). Respecto a los bloqueos de caminos que se están realizando intermitentemente en la región altiplánica y en el oriente, el Gobierno ha amenazado con adoptar medidas rigurosas, porque – ¡vaya novedad! – los mismos serían perjudiciales para la economía del país y por ser, además, inconstitucionales. Y sobre el TSE, el propio vicepresidente ha manifestado que se efectuará un balance del desempeño de sus funcionarios, lo que suena a una amenaza de purga que ya se ha hecho habitual cuando algo o alguien deja de ser necesario para el poder.
Así de sencillo resulta todo ahora. El MAS y su líder, “inventaron” los bloqueos en Bolivia y cobraron inaudita relevancia que los llevó hasta la primera magistratura de la nación. Lo grave es que impusieron en Bolivia, hasta el día de hoy, la deplorable y retrógrada mentalidad del bloqueo. Los bloqueos eran tan dañinos e inconstitucionales como hoy, pero a ellos les favorecía crear caos y debilitar la ya frágil democracia de entonces, hasta que la tumbaron imponiendo una propia, a su medida. Usaron los bloqueos mientras les sirvió, así en una oportunidad estuviera bloqueada la carretera Cochabamba-Santa Cruz durante más de un mes, produciendo daños irreparables a algunos productores que no sólo perdieron sus productos perecederos sino que, peor, afectaron sus mercados de ultramar.
Sucede lo mismo con el TSE, que habiendo sido utilizado abusivamente durante todas las elecciones, porque sus miembros son mayormente masistas, hoy, pasados los comicios, parecen ser materia desechable. El poder ya succionó todo el jugo que necesitaba de ellos. Hemos sido testigos de la ceguera y sordera con que el TSE favoreció en todo al MAS durante las elecciones presidenciales de octubre pasado, impidiendo hasta la participación de candidatos opositores que consideraba peligrosos, algo inimaginable en un estado de derecho. Hemos visto cómo los tribunales electorales departamentales, en las justas regionales de marzo, fueron sumisos al MAS, en Tarija, Chuquisaca, Beni y en cuanto entuerto electoral se produjo. Misión cumplida, podrían decir. Pero ahora es el turno de los fiscales que, como los de TSE ya son prescindibles, les pedirán cuentas para que el fariseísmo oficial salve la cara. La desembozada militancia masista de algunos vocales del TSE, como aquel al que filmaron bailando cumbia con unas damas vestidas de azul, colmaron la medida y nada mejor pretexto para hacer un limpieza y cambiar piezas.
¿Y nosotros? ¿Somos imbéciles o estamos acobardados? ¿Seguiremos creyendo en quienes no creen en nada que no sea su propio provecho? ¿No hay fariseísmo en la súbita conversión al catolicismo de quienes se declaraban ateos marxistas y vociferaban sin conocer la Historia contra una Iglesia presuntamente cómplice con el exterminio indígena y ajena a su miseria? ¿Hasta cuándo les durará su nueva fe? ¿Qué provecho estarán buscando? ¿Aceptaremos, sin más, la hipocresía y las falsas apariencias de los fariseos?
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