Fábulas: A todos los humanos
GERUNDIO
Hay muchas personas que co-nocen la nobleza de los ani-males y en ellos encuentran la solidaridad que a muchos humanos les falta. Fue el caso de un anciano que vivía en un cuartucho con la úni-ca compañía de su perro.
Nadie conoció jamás el nombre del anciano porque él no gustaba de ha-cer amistades, pero todos conocían el nombre de su perro: Roldán, por-que escuchaban cuando lo llamaba, al ir ambos hacia una parada de bu-ses donde el pobre hombre tenía un puestecito de frutas y verduras que le daba apenas para sostenerse. El an-ciano se veía siempre triste, quizás recordando haber sido feliz alguna vez, y Roldán parecía entender y compartir los motivos de la nostalgia de su amo.
Sucedió que una vez se acercaron al puesto de frutas dos tipos con la mala intención de robar; mientras uno preguntaba por los precios de las frutas, el otro fue despacio hasta de-trás de la mesa debajo de la cual acostumbraba dormir Roldán. Al sen-tir los pasos del recién llegado, el pe-rro se puso alerta.
De pronto, el ladrón que pregunta-ba por las frutas sacó un cuchillo y dijo al anciano: ¨-¡¡Vaya, viejo, venga toda la plata que tengas porque si no, ya verás!!!!-¨.
En ese momento, el tipo que esta-ba detrás de la mesa agarró una ca-jita donde el viejecito iba echando el dinero de la venta, pero en el movi-miento rápido, la cajita se le cayó for-mándose un reguero de monedas; tan sólo había un billete de 10 Pesos, que fue a dar justo debajo de la me-sa. El ladrón quiso recoger el billete pero cuando se agachó para buscar-lo, Roldán le echó sobre la cara un tremendo gruñido; del susto el tipo retrocedió tropezando con la banca de la parada de buses y cayó, gol-peándose la cabeza.
El otro ladrón quiso ir en ayuda de su compinche, pero Roldán ya estaba en posición de ata-que y les infundía miedo. Los ladro-nes creían ver frente a ellos a aquél perro convertido en un ejército de perros y tanto miedo se apoderó de ellos, que les parecía ver cada vez más y más jaurías furiosas rodeán-dolos. Temblorosos y pálidos como papel, los ladrones comenzaron a ca-minar pero luego se echaron a correr, tropezando con la gente que hallaban a su paso.
Roldán, al verlos alejarse, dejó de ladrar e inclinó su cabeza de un lado a otro, como pensando: “-¿Por qué los humanos hacen cosas así?-”. El anciano mientras tanto, recogía hu-mildemente sus monedas y su billete de 10 Pesos; después fue donde Rol-dán y le tocó la cabeza para expre-sarle su profundo agradecimiento por su fidelidad sin límites y reconocer su valor.
Moraleja: Un perro puede suplir la ausencia de un ser querido, mostrar nobleza y no dudará en dar su vida a cambio de la nuestra.
ARGENPRESS
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