El pragmatismo, el mar y otros asuntos nacionales

La tendencia de cierta filosofía contemporánea, conocida como “principio del pragmatismo”, considera el significado de la verdad por su utilidad práctica, vale decir lo que funciona mejor para nosotros. No entiende por utilidad práctica el descubrimiento y la confirmación de la verdad objetiva mediante el criterio supremo de la práctica y considera sólo aquello que satisface los intereses subjetivos del individuo. En efecto, en eso consiste el estrecho pragmatismo de la ideología populista de ciertos círculos políticos del país. Así mismo, tal es la forma de ver de parte de algunos sectores oficiales y extraoficialistas, de diversos aspectos de la realidad nacional, entre otros la cuestión marítima.

Este practicismo generalmente fue practicado por algunos gobiernos bolivianos en relación con la política externa, con la concepción de que la verdad es lo prácticamente útil, aunque esa forma de ver las cosas fue desplazada de forma muy eventual por otras corrientes que no estaban atadas a intereses personales.

Por ejemplo, en tiempos pasados se utilizó la cuestión marítima como sostén para no perder el poder político, pero no para solucionar las grandes cuestiones nacionales, entre ellas la del enclaustramiento, aunque en particular, este tema, como los otros, fue utilizado como bandera para plantear ese asunto. Naturalmente, esa forma pragmática de tratar el tema terminó en todos los casos en absoluto fracaso.

Naturalmente, ese pragmatismo desde el punto de vista lógico se aproximó al irracionalismo, al extremo de llegar al absurdo, argumentando, sin ninguna consideración, aspectos sin el menor contenido. Inclusive esa actitud pragmática tomó en cuenta el punto de vista sociológico que gira en torno al culto a la personalidad, la práctica abierta del racismo e inclusive uso de sistemas fascistas.

En épocas recientes ese fracasado pragmatismo ha renacido con grandes bríos y arrastra algunas tendencias del pasado pensamiento político boliviano. No actúa, por tanto, por principio, sino pone la cuestión de actualidad y en debate, en el plano partidario y aun electoral. Así, detrás de la aparente lucha por el mar, por ejemplo, está el verdadero interés político, traducido en este caso, en un pragmatismo por el poder, como anticipó en una declaración, por boca propia, el Vicepresidente del Estado.

Ese pragmatismo sostiene en su fondo que recuperar la salida al mar sería la clave infalible para un prorroguismo presidencial indefinido en el Gobierno y no la solución del asunto del mar, ni mucho menos. Que la consideración del asunto el mar es un pretexto, una cortina de humo, pues el objetivo es otro o, como dice una sentencia popular, “el amor no es al chancho; el amor es al chicharrón”.

Unos personajes tienen ese interés inmediato y recurren a argumentos ultra chauvinistas y jurídicos novedosos. Ven el asunto como algo de significado de orden perentorio. Acuden, por lo demás, a recursos increíbles, entre otros, inclusive a la interpretación pragmática de la lógica formal. Se trataría, por tanto, de la actualización de técnicas tradicionales y conservadoras que no se puede erradicar, aunque la posibilidad de hacerlo no tiene grandes dificultades.

Por otro lado, otros personajes miran, consciente o inconscientemente, el asunto como un botín a mediano o largo plazo, por supuesto con objetivos individuales, es decir pragmáticos, que sólo sirvan de catapulta para un probable futuro, una casualidad providencial que pueda favorecerlos en sus intereses singulares. Así, dominados por la idea de que la verdad es algo prácticamente útil para fines personales, deducen con todo optimismo, en algo para fines prácticos particulares, exclusivamente prácticos, lo cual conduce casi siempre a resultados muy poco optimistas, por decir lo menos.