Andrés Oppenheimer escribió sus libros Cuentos chinos (2005) y Basta de historias (2010), en los que enfoca la importancia de la educación, porque estamos en la era de la economía del conocimiento (EC), en la que las naciones que más crecen y que más reducen la pobreza, son las que producen innovaciones tecnológicas. Hace énfasis en los notables cambios de la economía mundial. Antes de la edad media, la mayoría de las personas determinaba la riqueza que poseían en base a la tierra. Luego, en la era industrial, el trabajo era equivalente a capital. En 1960 la economía mundial estaba dividida en partes casi iguales entre agricultura, industria y servicios. En la década del 2000 la agricultura representó el 4%, la industria el 29% y los servicios el 67%.
Este impresionante cambio, por el cual los servicios tienden al incremento, se debe a que se utiliza el conocimiento como elemento fundamental para generar riqueza. En la EC se genera mucha riqueza a corto plazo. Su clave está en crear un valor agregado a lo que se ofrece, que en gran parte son servicios. Con la EC la economía de un país puede crecer en poco tiempo, como lo demostraron Singapur, Finlandia, Israel y otros. Están mejor posicionados los países más competitivos, o sea los que pueden producir bienes y servicios más sofisticados con mejores precios. Los países que siguen vendiendo materias primas sin conocimientos, son cada vez más pobres o no progresan.
En su nuevo libro ¡Crear o morir! (2014) Oppenheimer enfoca la economía de la innovación, explorando los secretos de las brillantes trayectorias de varios innovadores de la actualidad. Visitó el famoso Silicon Valley en California, donde existe una peculiar aglomeración de mentes creativas de todo el mundo (53% son extranjeros), entorno que crea los genios de ideas innovadoras.
Entre muchos otros innovadores menciona a Gastón Acurio, el chef latinoamericano más conocido del mundo, que con nuevas ideas en la cocina peruana y su difusión, ha construido un emporio de 37 restaurantes en 11 países, entre las ciudades más conocidas Nueva York, San Francisco Miami, Madrid, Buenos Aires y Bogotá, que facturan más de 100 millones de dólares (M$us) anuales. El boom de la cocina peruana ha hecho que cada año sólo en Lima se gradúen unos 15.000 cocineros, creando una industria que representa 9,5% del PIB peruano.
El joven mexicano Jordi Muñoz llegó a Estados Unidos a los 20 años, sin empleo, papeles ni título universitario. A los 23 años era presidente de 3D Robotics, una empresa de California con más de 200 empleados, 28.000 clientes y ventas anuales proyectadas de 60 M$us. Muñoz es uno de los principales expertos mundiales en robótica aérea. Su empresa vende aviones no tripulados para vigilancia aérea policial, filmación desde el aire para canales de televisión, envíos de medicamentos a lugares remotos, etc. Tiene prevista la utilización de drones para transportar y repartir todo tipo de productos.
Bre Pettis fue un maestro de escuela que se reinventó como empresario de impresoras 3D, llamadas a producir una revolución industrial como la máquina de vapor o la computadora. Las impresoras 3D personales pronto podrían eclipsar a la producción industrial masiva porque podríamos producir nuestros propios objetos (incluyendo calzados, ropa y vajilla) en nuestras propias casas. Luego de seis años de desarrollo de su proyecto, en 2013 Pettis vendió su empresa en 604 M$us.
Alfredo Zolezzi es un diseñador industrial chileno que ha inventado un sistema de purificación, que promete dar agua potable a 780 millones de personas en el mundo que sólo reciben agua contaminada. Zolezzi es un innovador social que habiendo podido vender su invento en cifras millonarias, está armando una empresa sin fines de lucro para lograr su propósito.
Oppenheimer comparte cinco secretos de la innovación. Primero: Crear una cultura de la innovación, a través de la mejora de la educación, estimulando la graduación de ingenieros y científicos, aumentando la inversión en investigación y desarrollo y ofreciendo estímulos fiscales a las compañías para que inventen nuevos productos. Segundo: Fomentar la educación para la innovación, dando énfasis a las carreras científicas. Dice que no hay que impartir conocimiento, sino enseñar a procesarlo.
Tercero: Derogar las leyes que matan a la innovación. Simplificar los trámites para abrir o cerrar una empresa, adoptar leyes que hagan respetar la propiedad intelectual y modificar las leyes de quiebras para no castigar excesivamente a quienes fracasan en su emprendimiento. Cuarto: Estimular la inversión en innovación. Los países que más invierten en investigación y desarrollo suelen ser los que más inventos patentan, y los que más productos nuevos sacan al mercado. Orden de inversión en porcentaje del PIB: Israel (4,3%), Finlandia, Japón, Estados Unidos, Alemania y Francia (2,2%). Quinto: Globalizar la innovación. Los países latinoamericanos deberían aceptar y aprovechar al máximo las ventajas de la globalización de las ciencias, tal como lo hacen con el fútbol.
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