La crisis alimentaria que sufren muchos países del Tercer Mundo ha dado lugar a la producción transgénica de alimentos que, según los entendidos, requieren menos cuidado, riego, abonos y otros elementos porque las técnicas descubiertas por entendidos del mundo desarrollado, han dado lugar a mejorar la cantidad y calidad de granos, tubérculos, frutas y vegetales de todo tipo que sirven para la alimentación.
La presencia de los transgénicos ha dado lugar a susceptibilidades entre muchos consumidores porque se cree que “son dañinos para la salud” y, por otro lado, se sobrepone el criterio de que son mucho más efectivos, sanos y convenientes para el consumo humano y que los elementos que se utiliza para su producción son totalmente controlados y verificados científicamente.
Lo grave -por lo menos aplicable a nuestro país- es que la producción de vegetales orgánicos de todo tipo ha disminuido radicalmente y la que llega a los mercados disminuyó su tamaño y calidad, sus precios son excesivamente altos y su oferta al público es reducida. El abandono de las áreas rurales por parte de campesinos es, posiblemente, una de las causas para el deterioro de la calidad y cantidad de esos productos porque no hay mano de obra capaz y experimentada para atender la siembra y cosecha de productos que, hasta hace por lo menos veinte años, era importante tanto en cantidad como en calidad.
Las importaciones de frutas y vegetales -legalmente o no- de toda clase es otro factor que desalienta a los posibles productores que, repetimos, han preferido emigrar a los centros poblados, dejando abandonadas sus parcelas que, debido al minifundio, han visto reducidos los espacios para una buena producción. Por otro lado, poco o nada se sabe sobre controles que deberían realizarse tanto en la composición como en la calidad de abonos que si bien pueden contribuir a mejorar la calidad de los productos, en casos pueden determinar su deterioro y empobrecimiento de la tierra.
Muchas veces, cuando organizaciones productivas consultan sobre la conveniencia o no de la producción transgénica, las respuestas no siempre son coherentes; sin embargo, hay certeza sobre autorizaciones que habría dado el Gobierno para dicha producción. Lo cierto es que más por costumbre o por tradición, para la población “es mejor la producción orgánica”; es decir, aquella que no requiere procedimientos como los que se utilizaría para lo transgénico que mejora la cantidad y calidad de la producción.
Para personas que acuden normalmente a los mercados, no hay diferencia en los resultados de nutrición entre lo orgánico y lo cultivado por el sistema transgénico. Esto es, por principio, un alivio porque implica que ambos sistemas son importantes. Finalmente, hay que convenir en que en nuestro país, especialmente en la región occidental, no existen los terrenos necesarios para una producción masiva de alimentos y es un caso que debería preocupar a las autoridades para buscar soluciones.
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