En toda época de lluvias, los equipos que tienen tanto la Compañía de Electricidad como Cotel, deben incrementar esfuerzos y trabajo para atender la demanda de los usuarios; pero nada justifica el hecho de que el trabajo realizado esté descuidado, o a medias, dejando las obras a medio concluir, abandonando cables que ponen en peligro a las personas y a los automotores que transitan por las calles.
Hay descuidos notables en la atención de la Compañía de Electricidad como en Cotel; las explicaciones que dan los obreros o empleados es que “las órdenes son que se repare lo más urgente”; pero ni eso está bien porque se lo hace en pésimas condiciones y dejan secuelas que pueden ser peligrosas. Cualquier reclamo a las compañías respectivas es para recibir respuestas que más parecen burlas que justificaciones o promesas para prontas soluciones.
La ciudad de La Paz sufre los mismos problemas de otras ciudades por la proliferación de cables que cuelgan sobre la ciudad, excepto en sitios donde hay nuevas construcciones y las instalaciones son subterráneas; pero no solamente en barrios antiguos o en la parte central de la ciudad, sino en muchos barrios el problema es grave por la presencia de cables aéreos que no sólo son peligrosos sino que afean y deterioran el ornato.
Se supone que cada empresa -servicios eléctricos o telefónicos- cuenta con presupuestos para la atención de casos graves que se presentan, pero no hay atención debida a los mismos o, en casos, se tarda mucho tiempo para atender los casos más problemáticos. Lo correcto sería que, gestión tras gestión, se fije programas para reemplazar las instalaciones “por aire” y hacerlas subterráneas. Lo ideal hubiese sido que cuando se abre zanjas para el alcantarillado, se aproveche para las instalaciones de gas, agua potable, energía eléctrica y telefónica; pero todo muestra que cada entidad -¿o será cada autoridad?- quiere hacer lo suyo y deja para sí un trabajo que no cumple y que deja al tiempo su posible solución.
Es muy importante que las alcaldías de todo el país planifiquen lo que deben hacer; que cada autoridad, del rango que sea, sepa qué función va a cumplir e, igualmente, que los presupuestos se distribuyan de tal modo que sirvan para atender desde lo más urgente hasta lo que podría tener alguna demora. Todo muestra, hasta ahora, que hay poco sentido planificador en nuestras autoridades y todo lo que se hace está librado al azar o al “salga como sea”.
Es absolutamente necesario que las alcaldías trabajen con sentido de futuro y no que lo que hagan sea momentáneo o circunstancial y sólo para mostrar apariencias que, luego, muy luego, caen en absoluto deterioro que da lugar a nuevos presupuestos y nuevos trabajos que se los podía haber evitado siempre que se actúe con mucha honestidad y sentido de responsabilidad.
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