A diario, los medios de comunicación escritos, radiales y televisión hacen conocer notable cantidad de millonarias pérdidas que sufre el Estado debido a causas administrativas, de gestión, corrupción, etc., sin que los responsables del Estado adopten las medidas del caso no sólo para recuperar los fondos perdidos, sino para evitar que se produzcan otros. Esa actitud liberal permite concluir que el Gobierno ama las pérdidas y odia las ganancias y que no existiría solución para esa forma de gobernar.
La suma de pérdidas acumulada en diez años estaría girando en alrededor de 2 a 3 mil millones de dólares y parte de ellas serían ya irrecuperables, pues, por lo demás, no se hacen las gestiones del caso para su recuperación.
La lista de pérdidas es ya bastante dilatada y sólo considerando las más notables se encuentra la recientemente anunciada de 30 millones de dólares por compra de unas barcazas a una empresa china, caso que podría quedar sin remedio.
En meses anteriores se denunció la desaparición de más de 500 millones de dólares del Fondo Indígena, asunto que se estaría diluyendo como una pastilla de azúcar en una taza de café.
También está en duda la suerte del satélite Túpac Katari que costó 300 millones de dólares, del mismo que no se tiene noticia. Un satélite más sofisticado que compró Perú sólo costó alrededor de la mitad del precio que pagó Bolivia.
También se hizo notables gastos en los manantiales del Silala, tanto para embotellar agua, criar peces, producir electricidad y otros, sin que se sepa qué ha pasado con esos proyectos, al igual que con una obra de tipo geotérmico, para la cual se erogó otra cuantiosa suma. En cuanto a la minería, Huanuni trabaja a pérdida, igual que otras minas y las noticias sobre la fundición de Vinto, el asunto del litio, el caso de Karachipampa y otros indican que están al borde de la quiebra, sin citar Papelbol, Cartonbol y otras empresas capitalistas de Estado.
Recientemente se anunció la suspensión de la subvención a la harina importada de Argentina, y se reveló que EMAPA perdió en seis años por ese apoyo cerca de mil millones de bolivianos, que seguramente nunca serán recuperados y a los que tal vez se seguirá sumando otros.
En esa verdadera adoración a las pérdidas, el Gobierno se hace el de la vista gorda en otros casos, como la desaparición de unas 60 computadoras del Palacio Legislativo, desaparición que se produjo a menos de 50 metros del despacho presidencial y a la cual se estaría tratando de echar tierra.
Finalmente, se cree que las flamantes gobernaciones departamentales se encontrarán con verdadera cajas de Pandora, como en la de Tarija, todo lo cual, en síntesis, al encontrarse la olímpica indiferencia estatal, permite concluir que el Gobierno adora las pérdidas.
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