Pese a tener Perú y Bolivia una frontera limítrofe, las relaciones entre sus actuales gobiernos están distanciadas, diríamos frías, por falta de entendimiento, lo que sorprende en el ámbito internacional. Es lamentable esta situación diplomática, porque no conduce, positivamente, el accionar de los dos países. Con el Perú nos unen lazos profundos de hermandad y ascendencia, desde la época del incanato, por lo que el mencionado distanciamiento podría deberse a las diferencias políticas entre los dos gobiernos. Son evidentes los vínculos por territorio, origen y costumbres, como sucede con el lago Titicaca, del que ambos son propietarios. La cercanía de fronteras en muchos casos es nexo de unión, a través del tiempo.
Recordemos que la llamada Guerra del Pacífico iniciada en 1879 fue un motivo más para la unión de los dos pueblos, cuando Perú y Bolivia formaron ejércitos aliados, aunque fueron derrotados por el ejército chileno, que estaba mejor preparado. Tal resultado bélico trajo descontento a los aliados, especialmente peruanos, que soportaron el ingreso del ejército chileno a Lima, donde los invasores cometieron aberrantes atropellos, cuyas heridas no se han borrado para el país hermano.
Como consecuencia del conflicto, Perú perdió territorios como Tacna y Arica, mientras Bolivia fue despojada de toda su costa marítima, por lo que compartimos la desgracia. Por estos desfases registrados por la historia, las relaciones con el Perú no son como quisieran ambos países. Sin embargo, nuestras relaciones tienen que mejorar, porque las necesidades y contratiempos surgen a cada paso. Por ejemplo se requiere hallar solución para la contaminación del lago Titicaca, que recibe aguas servidas de poblaciones de ambos países.
Por otra parte, alimentos que vienen del lado peruano y abastecen a los bolivianos, con precios económicos, ingresan por la vía del contrabando. Por este mismo medio entran al Perú gasolina y gas, que salen de Bolivia con precios regalados. Ni qué decir del narcotráfico, con ingreso y salida, que llama la atención de los organismos internacionales de lucha contra las drogas. Para Bolivia es una pesadilla y más para la Policía boliviana el desplazamiento de delincuentes, desde parte de las zonas fronterizas, siendo dificultoso ejercer control.
Hay que poner en ejecución el Protocolo de Ilo, que no funciona por falta de buena voluntad de ambos países, que a Bolivia le serviría para desviar la carga boliviana del puerto de Arica, hacia puertos peruanos, en momentos en que las relaciones con Chile se han endurecido, por la reclamación boliviana en La Haya. La indiferencia peruana con respecto a nuestra demanda en La Haya llama la atención de los bolivianos, porque siempre creemos en la amistad del Perú, pese a las diferencias que tenemos.
En el momento, los peruanos miran de palco el litigio chileno-boliviano. Bolivia apeló a la Corte Internacional de Justicia de La Haya como consecuencia de que el Perú lo había hecho anteriormente con éxito frente a Chile, por un reclamo sobre límites marítimos. Lo menos que espera Bolivia con su demanda ante la CIJ es que ésta falle para que mediante conversaciones, Chile nos ceda una salida al océano Pacífico, con el control del organismo internacional, lo que sería un triunfo diplomático. En las naciones del continente hay expectativa por saber si habrá un final diplomático que ponga fin al estado de intransigencia actual y que dé lugar a un clima de paz en esta parte de América del Sur.
El autor es Profesor Emérito y ex Decano de Odontología de UMSA.
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