Carlos Miguélez Monroy
Tratar con medicamentos la hiperactividad de los niños o recetar antidepresivos ante cualquier síntoma de tristeza genera dependencia y una dinámica vital que nos convierte en enfermos sin estarlo. Lo dice el médico Juan Gervás en una entrevista con la periodista Anna Flotats.
Gervás y Mercedes Pérez-Fernández, su esposa y también médica, acaban de publicar La expropiación de la salud.
“Creemos que la ciencia es rigurosa y omnipotente, que no tiene límites, que los médicos podemos prometer la curación de casi cualquier cosa. Pero al paciente no se le puede dar todo lo quiere porque lo que quiere es ser feliz y eso no entra por la Seguridad Social ni por lo privado”, dice el médico español.
Esta omnipotencia no va acompañada de empatía y amabilidad. Consideran fundamental volver a una medicina basada en la empatía y que responda con cortesía, amabilidad y ternura al sufrimiento del paciente.
“Los médicos no te reciben en la consulta de pie, en la puerta, estrechándote la mano. El mejor ejemplo son esas batas que te dan en los hospitales, que se abren por detrás. Ese es un signo de que no estamos ante una medicina humana. Se debe cuidar la dignidad incluso cuando se está enfermo”, afirma Gervás.
En la línea de la OMS, que define la salud como un estado general de bienestar, este médico sostiene que ni él ni sus colegas pueden determinar si una persona se encuentra sana, sino que es el propio paciente quien lo sabe.
“Si el paciente dice que se encuentra sano, tiene muchísimas menos probabilidades de morir que si el médico dice que el paciente está enfermo. Tiene mucho mayor poder predictivo el paciente sobre su propia salud que el médico. Por el contrario, como el paciente diga que está muy enfermo, estará muy enfermo aunque el médico lo examine y le diga que no tiene nada. Hay cosas que la medicina no puede definir porque tiene que tener límites”, dice.
Al ceder a los médicos y a determinadas convenciones sociales la exclusividad a la hora de determinar lo que es y no es salud, muchas personas creen estar enfermas sin estarlo.
“Si medica a un esquizofrénico con antipsicóticos durante toda su vida, ese paciente evolucionará peor que si lo medica cuando lo requiera. Otro ejemplo lo tenemos en los niños hiperactivos, a los que medicamos porque transformamos un problema social, que es el problema del fracaso de la escuela, en un problema individual del niño. Alguno entre mil requerirá verdaderamente la medicación, pero el resto no”, sostiene.
Hace unos años, algunos niños empezaron a desarrollar “pechos” en Estados Unidos por consumir el medicamento Risperdal para tratar su Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). Los periodistas Melanie Newman y Chris Woods han dado a conocer testimonios afectados y confirman las acusaciones cada vez más frecuentes contra la gran industria farmacéutica.
La Food and Drug Administration (FDA), organismo encargado de regular el sector farmacéutico, no había autorizado la utilización del Risperdal para tratar el TDAH. Por otro lado, los médicos no advirtieron a los padres de los posibles riesgos del medicamento.
Tras una investigación y un juicio se descubrió que Johnson & Johnson, la farmacéutica que comercializa el medicamento, pagaba honorarios a los médicos más influyentes en el tratamiento de ese trastorno. Se calcula que las grandes farmacéuticas pagan más de 200.000 millones de dólares en honorarios a médicos cada año. Esta información se publica en las webs de las mismas empresas.
En el colmo del absurdo, las autoridades sanitarias intentan obligar a los laboratorios que fabrican medicamentos sospechosos, como el Risperdal, a incluir en las cajas de sus productos advertencias sobre los riesgos de consumir sus productos. Así la responsabilidad recae en el paciente y no en los laboratorios o en el médico, la persona a quien se le confía la salud de las personas.
De ahí que Gervás se refiera también a la necesidad de contar con una medicina basada en lo mejor de la ciencia y no en trabajos científicos falsos o manipulados para intereses comerciales.
El autor es periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias.
Twitter: @cmiguelez
ccs@solidarios.org.es
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