La expresión social en las urnas bolivianas subnacionales ha mostrado con prístina claridad un descontento en cuanto al Movimiento Al Socialismo (MAS) y los de derecha, lo que ha abonado que candidatos extremos no se percaten de preocupaciones más cercanas a la vida cotidiana en sus discursos de fácil digestión. Por ello, los resultados de las elecciones subnacionales del 29 de abril no sorprendieron; la polarización política estaba cantada. ¿Qué sucedió? Es que muchos de ellos, designados por las estructuras políticas del partido o agrupación, etc., no tenían la calidad humana necesaria. Veamos.
Primero, Marta Harnecker -del gusto del MAS- al referirse a las transformaciones -revolucionarias- admite la crítica (disidencia) y autocrítica (reflexión) como base de (en democracia) de la ideología. Sin embargo, desde hace mucho, y sobre todo en los últimos comicios, estos equilibrismos ideológicos han primado: el MAS ha ensayado “líderes” (neoindígenas), muchos sin consenso (corruptos se dice).
Segundo, en las elecciones se advirtió un uso y abuso de toda logística y presupuesto (de los bolivianos) por parte del MAS frente a una dispersa y desorientada oposición, lo que demuestra con que ese 56% en contra de un 44% de una esmirriada oposición: es una precariedad del MAS. Todo mundo sabe que el 36% del electorado rural y el restante citadino inmersos en un “diseño electoral” (neoliberal) permite al MAS obtener, con menos votos más alcaldías/gobernaciones (sin contar con el TSE, que permitió el embrollo con Beni, Chuquisaca, etc.). No contentos con ello, el vicepresidente García Linera (estratega “envolvente”) sale a decir que el “evismo” llegó al 65% frente al 32% del “masismo”, y presto arenga que el “mar sólo será posible con Evo Morales”. Morales (sin motivo) arenga “si La Haya se decide incompetente tenemos otras alternativas”.
Tercero, desde hace una década no se percibe a líderes que podrían sustituir al caudillo, pero ¿el MAS no tiene un reglamento para renovar liderazgos? Claro que sí, que no lo apliquen es otra cosa. Por ello, la designación por el “dedo azul” de “líderes”, incluso con un poder por encima de candidatos electos, influye en la ciudadanía (alguna temerosa) que opta por una “mejor” (corporativa) de adscribirse al pragmatismo, al eclecticismo, al oportunismo (colonial). El temor es tan patente que incluso algunos (analistas) “justifican” o “interpelan” el embrollo (equilibrismo ideológico) gubernamental con argumentos “emotivos” y hasta “poéticos”.
¿Qué sucede? Parafraseando a Silvia Rivera, el MAS trastrabilla con el “indigenismo” post 1952 del MNR y su alianza de clases con hegemonía mestiza. Fernando Mayorga es contundente cuando asienta que el MAS combina: el nacionalismo y el indigenismo con el “cambio” en un proceso “indianista” (volver al pasado). Sustituye al mestizo con los “neoindígenas” (sociológicamente denominados cholos) y así disimular su “acción” corporativa. Por ello los candidatos “figuretis” (no así de consenso: Huanca, Patana, “salpicados” por la corrupción) tuvieron los resultados -en las subnacionales- obvios. Es más, estos equilibrismos ideológicos desde varios años generan “choques” entre intereses particulares de corporativos con colectivos (citadinos urbanos). El MAS sigue con su forzada (como entelética) “complementariedad” del indigenismo con el nacionalismo y éste con el indianismo a título de cambio, eximiendo una ideología de clase. ¿El resultado? La pérdida de su principal bastión del cambio: El Alto y La Paz. ¡es preocupante!
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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