Nuevos lideratos

El régimen de gobierno de los llamados movimientos sociales (grupos de presión e interés), que está en el ejercicio del poder político de nuestra Patria desde hace tres gestiones (las últimas tachadas de inconstitucionales por prohibición expresa del texto de ésta), con su proyecto hegemónico de poder destruyó la organización política de oposición, mediante una sañuda persecución a sus dirigentes y a cualquier posibilidad de una nueva. Como consecuencia y ante la ausencia de esa dirigencia, le fue fácil ganar elecciones (ayudadas por el fraude) y evitar la actividad opositora, aunque ésta debe existir en democracia.

En las recientes elecciones para gobernaciones y alcaldías -pese a la vergonzosa y corrupta actuación de los órganos de administración electoral, y decimos corrupta porque toda actuación contraria a las leyes y la moral es de esta calidad-, se ha presentado, con respaldo del voto de la ciudadanía, una nueva dirigencia de las corrientes -cada vez mayores- distintas del discurso y quehacer oficialista.

Los alcaldes, gobernadores, diputados y senadores que representan a la ciudadanía descontenta con las políticas del gobierno del cambio (?) tienen una alta responsabilidad con su electorado y con el sistema democrático que importa un régimen de libertades y sujeción a las leyes por gobernantes y gobernados, pues la conquista de espacios de poder responde a un importante esfuerzo de las cada vez menos débiles organizaciones políticas de oposición, pese a la ilegal e inmoral conducta de las primeras autoridades del Gobierno, que contra lo dispuesto por las disposiciones del régimen electoral, con bienes de propiedad del Estado y en horas destinadas a sus labores oficiales, encabezaron las campañas con los candidatos oficiales que perdieron en las preferencias del pueblo, o fueron ilegalmente proclamados ganadores, como en Beni y Chuquisaca.

La responsabilidad de la dirigencia de oposición es mayor en este tiempo, pues como ya lo dijo el Presidente dos veces reelecto, no trabajará con las autoridades opositoras que sean elegidas por el voto, lo que importa, una vez más, el carácter autoritario y poco democrático de los actuales gobernantes, que siguen el recetario del “chavismo” que no permite oposición, es decir como en el sistema de gobiernos totalitarios, de partido único, lo que nos hace prever que se saboteará la gestión de los gobernadores y alcaldes opositores elegidos, para así desprestigiarlos, no importando el perjuicio que se cause a la ciudadanía.

En la anteriores gestiones de gobierno del régimen del cambio democrático cultural (?), hemos observado la conducta de algunos representantes en las asambleas legislativas y departamentales y concejos municipales, que entraron por la oposición y acabaron en el oficialismo, con una reprobable actitud “oportunista”, seguramente a cambio de canonjías, lo que ha afectado al necesario equilibrio de fuerzas que hace a la democracia y que es como un freno al exceso de poder.

Esperamos que los nuevos dirigentes de las corrientes opositoras y los que ya no son tan nuevos, dejen de lado la penosa actitud de “soberbia”, que es una característica de los políticos de este tiempo, cualquiera sea la corriente que representen, y no olviden que el poder es efímero, y que el pueblo olvida con facilidad a quienes no responden a sus expectativas. No olvidemos la lamentable conducta de algún dirigente de Beni que, por exceso de soberbia, hizo que el oficialismo se hiciera de la gobernación en la segunda vuelta, pues de apoyar al candidato opositor -en ese momento- tenía un respaldo del 25% del voto -confirmado luego- y la oposición tendría el control de una gobernación más, y no hubiera fabricado una opción electoral de última hora, con un candidato poco conocido y más aún conociendo -debería ser así- que el oficialismo no escatima recursos ni acciones –no importa si éstas sean éticas o no- con tal de ganar y seguir con su proyecto hegemónico.

El compromiso de los dirigentes opositores debe ser con los intereses de la Patria, que son los intereses del pueblo en su conjunto, la democracia y sus valores, cuya conquista costó sangre y lágrimas a miles de bolivianos desde hace más de 50 años.