A raíz de los últimos acontecimientos: renuncia de los miembros del Tribunal Supremo Electoral debido a la presión de la opinión pública y, también, de los gobernantes; fuga de una persona con detención domiciliaria, escándalos por mal manejo de otras instituciones, etc., nos damos cuenta que nuestras instituciones públicas están en crisis.
¿Qué son las instituciones? Instrumentos sociales que le permiten al Estado cumplir adecuadamente los objetivos que tiene: garantizar el orden y la armonía social, promover el bien común, es decir garantizar el bienestar de todos; proporcionar trabajo, educación, salud, seguridad de vida a todos los habitantes de un país, crear las condiciones de respeto general a la Constitución y las leyes, de manera que haya seguridad jurídica basada en el respeto a las normas del Derecho, administradas honesta y objetivamente, etc.
En el caso del TSE, un conjunto de personas reunidas para conducir adecuadamente las elecciones, es decir, velar por la base misma de la democracia, ya que de la elección ciudadana surge la soberanía: el poder político legítimamente constituido por voluntad de la mayoría; para ello debe organizar y gobernar transparentemente el Registro Civil, o sea el censo de ciudadanos habilitados para ejercer el voto.
¿Quién garantiza que una persona no escape del lugar donde se encuentra recluida? La policía, institución pública jerárquicamente organizada, y subordinada a las autoridades, sean internas, propias de ella, o autoridades políticas: Ministro de Gobierno, Presidente del Estado. La función que tiene es garantizar la seguridad y el orden social en todo el país. Para ello tiene en sus manos la fuerza coercitiva que las leyes le dan, y que la debe manejar de manera responsable y equilibrada, a fin de no causar daños innecesarios.
¿A qué se debe la crisis por la que nuestras instituciones están atravesando? Desde mi punto de vista a la intromisión de otras instituciones y autoridades ajenas al manejo de una organización, a una voluntad hegemónica y centralista del manejo del poder político; factores que desequilibran el buen funcionamiento de cualquier organismo, puesto que es como introducir un objeto metálico en el interior de un engranaje, el cual lo desequilibra, lo desgasta y termina arruinándolo, con detrimento de toda la maquinaria; en este caso, de la maquinaria del Estado.
¿Qué ha pasado con el Tribunal Electoral? No ha cumplido a cabalidad con el rol asignado por las leyes, porque ha estado sometido a una serie de presiones de otros organismos y autoridades; porque ha tenido desde el principio de su gestión un compromiso partidario, tanto es así que algunos de sus componentes son militantes del MAS, o simpatizantes muy comprometidos con él; lo cual les ha impedido ser imparciales en el ejercicio de sus funciones. Hubo algunos que, en su afán de ganar más confianza con los jefes de ese grupo, se empeñaron en “hacer buena letra” como se dice vulgarmente, y quedaron defraudados en su intento; pero, acostumbrados a oír la voz del amo, hicieron llegar su renuncia cuando ellos se lo “sugirieron”.
En el caso de la Policía, parece que, desgraciadamente, la han llevado a realizar actos non sanctos en el país, con lo cual, quienes la han utilizado en su momento, ahora carecen de autoridad moral para llamarle la atención, y deben callar, o hacer de la vista gorda ante la situación en la que se encuentra.
¿Puede haber crisis en las instituciones sin la mala actuación de las personas que las manejan? Desde luego que no, puesto que las instituciones han sido organizadas por seres humanos, y son manejadas por personas. Por eso, en la conformación del próximo TSE, si se quiere corregir errores, se debe designar a personas probas, idóneas y capaces para asumir tan delicadas funciones. Autoridades que garanticen la pureza del sufragio, libre, personal, sin presiones de ninguna naturaleza; y, que nadie, absolutamente nadie, manipule el voto para que éste o aquél sea el ganador. Personas que se sujeten únicamente al mandato de la ley, y la hagan cumplir por encima de cualquier interés.
En cuanto a la Policía, las autoridades deben recuperar su autoridad moral sobre ella ¿Será posible una hazaña de esas dimensiones en un mundo como el nuestro?
El autor es Miembro Correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.
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