Invertir en la infancia, una tarea pendiente

Invertir en la infancia es un tema trascendental que, lamentablemente, por alguna razón, ha sido descuidado, puede ser, en gran parte, por una visión limitada de la calidad e implicaciones de la infancia.

Mejorar la calidad de vida de los menores de seis años, influenciada por educación, seguridad, prevención de accidentes (como los causados por incendios caseros), es un tema importante que debe priorizar el Estado a través de sus diferentes niveles de concreción (Gobierno Central, Gobiernos Autónomos Departamentales y Gobiernos Autónomos Municipales), mediante “Proyectos de Desarrollo de la Infancia”.

Vivir una buena infancia tiene gran relevancia para la vida futura. Las inversiones en la infancia son importantes debido a que abren el camino para una vida adulta con mejor salud, desempeño mental, físico y por consiguiente con mejores oportunidades laborales.

Existe abundante evidencia psicológica y social que sugiere que las capacidades de las que disfrutan los adultos están profundamente condicionadas a sus experiencias durante la infancia. Las inversiones en educación, salud, nutrición y otros aspectos existentes durante la infancia mejoran las capacidades futuras en formas muy distintas: pueden hacer que las vidas de los adultos sean menos problemáticas, ya que una infancia feliz y segura aumenta nuestra habilidad para “vivir bien”.

También nuestra habilidad para convivir con otros, para participar en actividades sociales y evitar desastres sociales, está profundamente influenciada por las aptitudes que adquirimos en la infancia. La conexión entre la infancia y la edad adulta tiene, en consecuencia, muchos aspectos.

En conclusión, las experiencias adquiridas durante la infancia tienen un efecto profundo sobre las capacidades de los adultos para vivir en forma exitosa en la sociedad del conocimiento.