En vista de que la producción agropecuaria del país se encuentra en declinación, los campos producen menos, los campesinos se trasladan a las ciudades, no existen inversiones en el agro y, simultáneamente, el Estado se ve obligado a hacer grandes importaciones de alimentos y, además, se presentan factores climatológicos adversos cada vez más agudos, diversos mecanismos del Gobierno han lanzado como proyecto salvador el programa de mejorar la agricultura, objetivo que salvará al país de futuras dificultades.
Entre otros aspectos de ese programa se encuentran puntos como ampliar la frontera agrícola en un millón de hectáreas en el presente año; ayudar en diversas formas a los campesinos parcelarios de la región interandina del país, conceder créditos a los agricultores, mejorar el cultivo de la tierra y una serie de ofrecimientos técnicos.
Sin embargo, desde un punto de vista de conocimiento del problema agrario (que no es un juego de burócratas urbanos), el ambicioso proyecto es muy probable que tenga un rendimiento mínimo o tal vez ninguno, como se espera, porque en forma previa factores determinantes no son tomados en cuenta y sin cuya solución es poco menos que imposible que florezca la agricultura y, en esa forma, alcanzar codiciados objetivos, como seguridad alimentaria, bajar precios, exportar alimentos y otras lindezas, es producto de imaginaciones fantasiosas.
Ese resultado negativo de que no subirá la producción agrícola y pecuaria es por demás lógico, porque hacer producir la tierra no es un milagro, ni muchísimo menos. Tal objetivo es producto de una alta política agraria, que no sólo tome en cuenta aspectos técnicos, sino también debe considerar aspectos de derecho, economía agraria, alta tecnología, conocimiento de la realidad rural del país y, ante todo, la presencia de autoridades en la materia con la capacidad de adoptar medidas políticas de gran proyección y dejar de lado minucias como fomentar la agricultura parcelaria, conservar los resabios comunitarios, esclavistas y feudales que impiden el desarrollo de la agricultura.
En síntesis, el aumento del cultivo de la tierra y de la producción agropecuaria no es un milagro y no se lo alcanzará sólo con buenas intenciones, de las que está lleno el camino al infierno.
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