Desde hace varios años, jamás he faltado a la misa de nueve que se oficia todos los domingos en la parroquia de la calle Olavarría. Pero este domingo de primavera no pude asistir. No sé si el reloj despertador no funcionó, o si, por el contrario no lo escuché. La noche anterior regresé muy tarde a mi casa, pues fui a una fiesta que se prolongó hasta pasadas las tres de la madrugada. Tal vez el cansancio me impidiera escuchar la campanilla.
¿Casualidad?. . .
El sol estaba ya muy alto cuando desperté. Al darme cuenta de lo avanzado de la hora, lamenté mucho no haber podido concurrir a la misa; me vestí con calma y salí a dar un paseo por el barrio.
¡Cuál no sería mi asombro al enterarme, media hora más tarde, de que una terrible catástrofe había ocurrido ese día! La cúpula de la iglesia que yo visitaba invariablemente todos los domingos durante años, se había caído, y sus escombros sepultaron a los fieles que en ese instante se hallaban oyendo misa, esa misa en la cual yo debía estar presente y a la que por un motivo muy accidental no había asistido.
No supe entonces si sentirme dichoso o triste. Lo único que recuerdo con precisión es que, levantando los ojos al cielo, recé una oración mientras las lágrimas corrían por mis mejillas.
E. César Castro. Dock Sud – Avellaneda. LEOPLAN.
Portada de HOY |
1 Dólar: | 6.96 Bs. |
1 Euro: | 7.74 Bs. |
1 UFV: | 2.05896 Bs. |
Impunidad |