Punto aparte
Es imponderable la deuda que tiene la humanidad, al menos Occidente, con Grecia, la de los pensadores y creadores de ideas y preceptos políticos. En tanto, la Grecia actual es producto de malos gobiernos y también de ciudadanos lindantes en la inconsciencia.
De ahí que se halla ahora en un laberinto sin perspectivas de solución, pues no opta por corregir los errores cometidos, más bien exige que el resto sea “justo” en perdonarle o postergarle el plazo de sus deudas. Aparte, proporcionarle más créditos, aunque sin el ánimo de resolver previamente sus múltiples quiebras internas.
Estas desmesuras no involucran exclusivamente al gobierno izquierdista que eligieron en una última elección, con la presunción de que podría salvarles del naufragio, sino a sus instituciones y, por supuesto, al conjunto social de aquel país que adoptó malos hábitos y costumbres. ¡Vivir fuera de sus realidades propias…, y ajenas también!
El pasado fin de semana volvió a fracasar la negociación entre el gobierno de Grecia y los acreedores del país. En Europa, se considera que esta es una táctica de aquél, pero que está en descenso. El sábado, el presidente Alexis Tsipras presentó un “escueto papel”, según informe de la agencia de noticias DPA, en el que fija su posición.
Asume la disposición de llegar a un acuerdo con los órganos económicos de la Unión Europea y el FMI, pero sigue rechazando las demandas de reformas económicas y recortes en los gastos. A la vez, Tsipras desestimó la posibilidad de convocar a nuevas elecciones y anunció que su gobierno “luchará contra quienes quieren someter a Grecia”.
La deuda pública griega asciende a unos 317.000 millones de euros, lo que equivale al 175% del PIB del país. De estos más de 300.000 millones, 141.800 millones, corresponden a préstamos del Fondo Europeo de Rescate, que es el predecesor del actual Mecanismo Europeo de Estabilidad. El resto provino del FMI y de bancos.
¿Cómo se explica que se hubiera producido esta danza de deudas millonarias? En forma paralela, en 2014 su tasa de desempleo era del 23% y el índice de pobreza aumenta cada mes. Esta es la realidad que confronta Grecia, cuando sólo cuenta con 11 millones de habitantes.
Los historiadores europeos señalan que los problemas de Grecia empezaron a gestarse desde hace casi dos siglos. En 1821, Grecia estaba ya considerada como un país prestatario, es decir que pide dinero prestado a cuantos países y medios estén a su alcance. Cualquier hijo de vecino sabe que contraer deudas es una actitud peligrosa, al menos cuando no se tiene los respaldos necesarios.
Con la creación del euro, en 2001, las expectativas en Europa eran grandes, pues el continente se hallaba con viento en popa. Empero, los gobiernos griegos no adoptaron las reformas estructurales que requería el país, hicieron caso omiso a las múltiples recomendaciones que le hacían, en este sentido, las instituciones europeas y otros organismos internacionales.
En tales circunstancias, contra toda prudencia, se efectuaron los Juegos Olímpicos de Atenas, en 2004. Su costo fue de 11 billones de euros y el déficit que dejaron alcanzó a 50.000 euros.
El gasto dispendioso, la concesión de subsidios y salarios que están fuera de las posibilidades reales de la economía, así como muchos otros excesos en gastos y ocultamiento de cifras oficiales, han colocado, a la siempre memorable Grecia, en situación de quiebra casi constante, aunque esta vez la situación se le presenta virtualmente como desastre.
No obstante, sus gobernantes no aceptan sacrificios, ni siquiera austeridad, desistiendo o renunciando a concesiones socio-económicas obtenidas de manera dispendiosa. Menos a cumplir exigencias de sus acreedores, pese a que el resto de Europa, empezando por Alemania, trata de cooperarles a cumplir las obligaciones contraídas.
Efectivamente, los ajustes que se debe adoptar tienen un alto costo social y administrativo, pero son los griegos los que no supieron medir sus posibilidades reales; optaron por la demagogia y la irresponsabilidad consigo mismos. El caso griego es un ejemplo de lo que no debe hacerse en otros países, entre ellos Bolivia, incidiendo en gastos y derroches irracionales.
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