[Armando Mariaca]

Pobreza en nuestro país es la mayor de la región


Las revelaciones del Banco Mundial sobre la pobreza son dramáticas porque, de entrada, señala un informe muy pormenorizado: “130 millones de personas en América Latina no han conocido nada diferente a la pobreza”. Sobre nuestro país, aunque promediando datos oficiales, anota que la pobreza es del 18 por ciento de la población calculada en algo más de 10 millones de habitantes. Estas cifras nos colocan entre los más pobres en el continente y ello no puede pasar desapercibido ni por las autoridades ni por el mismo pueblo que es el afectado.

“El problema de pobreza crónica y transitoria en Bolivia es mayor al promedio de Latinoamérica y el Caribe”, señala el informe. Analiza que Uruguay, Chile y la Argentina tienen las mejores cifras, mientras Honduras, Nicaragua y Guatemala se encuentran en el extremo. Indica el estudio que, “a pesar de los avances sin precedentes contra la pobreza de América Latina y el Caribe desde comienzos de siglo, ese total de 130 millones de personas subsiste con un ingreso menor a los 4 dólares al día y con 2,50 $us los casos de extrema pobreza”.

Pese a los avances logrados durante el Siglo XX, es innegable que la pobreza de la humanidad avanzó a pasos gigantescos, especialmente en países del Cuarto Mundo; los llamados “países emergentes” han logrado superar sus ingresos y vencer a la pobreza disminuyendo notablemente las cifras; pero, el caso del Tercer Mundo, en que están las naciones de América Latina y el Caribe, realmente es crónico y bien podría decirse que es debido a la falta de fuentes de riqueza y empleo; por otro lado, a las condiciones de pobreza de las economías latinoamericanas se suman las políticas de subvenciones para amortiguar las necesidades y, en buen grado, contribuyen a su incremento las ayudas que hacen dependientes a las naciones.

Muchas veces, el continente, pobre y necesitado como es el nuestro, ha pedido a los países ricos y desarrollados que, para vencer los altos índices de pobreza, entiendan que necesitamos poner en práctica el dicho chino “Gracias, pero no me des pescados para comer; sí, enséñame a pescarlos”. Esta es una realidad que se ha vivido porque si bien se agradecen las ayudas – como del Plan 480 de los Estados Unidos, la Alianza para el Progreso en la década de los 60; los apoyos y ayudas de Alemania, Japón, Italia, Francia y muchos organismos internacionales –, han hecho, a muchas generaciones, dependientes o sea pendientes de lo que se nos dé y ello ha creado, en mucha población, la costumbre de esperar las dádivas.

La verdad es que, para quienes tienen mucho procedentes de su economía rica y no dependiente, el actuar como limosneros en pos de ayudar a los mendigos que esperan siempre el socorro de los que más pueden, ha causado grandes problemas y mayores necesidades porque lo que gana cada uno de los pobres, lo destina muchas veces a cuestiones superfluas y muy poco al ahorro con miras a formar capitales que permitan inversiones, por pequeñas que sean, para conformar una economía siquiera familiar.

¿Qué han buscado los países pobres y subdesarrollados? Inversiones, creación de riqueza y empleo en el propio territorio para industrializar al país con capitales y tecnología apropiados, de modo que al generar utilidades, éstas sean compartidas con el inversionista. En otras palabras, entender que la ayuda, si bien propicia y necesaria en muchos casos, no considera que la dignidad de los pueblos obliga a buscar la solución de sus problemas, explotando su materia prima, dándole valor agregado, exportando no como producto bruto sino terminado y apto para el consumo. Hasta ahora, muy poco se avanzó para industrializar a los países, para que se atengan a sus propias fuerzas, capacidades y facultades para crear riqueza y conformar una economía sólida, capaz de diversificarse, crear más riqueza y promover empleo de calidad.

La pobreza en Bolivia -como ocurrió muchas veces en Colombia, Perú y otros países- ha dado lugar a que la falta de empleo derive en la economía informal que es el contrabando, el abandono de las áreas rurales para conformar cordones de trabajo y riqueza (en realidad, cordones de pobreza y más dependencia). Muchas personas, al no contar con empleos, han recurrido a oír los “cantos de sirena” del narcotráfico y dedicar esfuerzos al cultivo de la coca y, en muchos casos, a su industrialización hasta llegar a la comercialización de drogas como es la marihuana, la pasta base y la cocaína. El narcotráfico encontró, así, aliados gratuitos y seguros.

Atacar la pobreza, pero utilizando bien las inversiones que se hagan para atender planes de desarrollo, para instalar industrias y fuentes de riqueza, para planificar explotación de la minería y de los hidrocarburos con miras extraer petróleo y gas; finalmente, producir los alimentos que precisa la población. Por su parte, el Gobierno tendrá que actuar con prudencia y visión de futuro evitando los gastos dispendiosos y observando políticas austeras en los gastos, administrando el país con la debida responsabilidad y las dotes de honestidad, eficiencia, eficacia y productividad.

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