La primera encíclica confirma que la Iglesia tiene un Papa alejado de esquemas pasados
La primera encíclica de Francisco, Laudato si’, dedicada a la “deuda ecológica” contraída con nuestro planeta, ha confirmado, si es que era necesario, que la Iglesia tiene hoy a su frente a un Papa que se escapa a todos los esquemas del pasado. Nos hallamos, en efecto, ante el obispo de Roma más diferente desde los tiempos del apóstol Pedro.
Su primera encíclica, que coloca en un mismo abrazo a la fe y a la ciencia, a Dios y a la Tierra y crea un nuevo pecado, el ecológico, podrá hacer estremecer a no pocos católicos tradicionales.
Francisco, en vez de empinarse hasta los cielos con una encíclica sobre Dios vociferando contra los pecados, contra la fe y la moral, ha bajado hasta los infiernos de los detentores del poder que con su avaricia por querer dominar la Tierra, según sus cálculos capitalistas, prepararan para las nuevas generaciones un planeta “de escombros, desiertos y suciedad”.
Para Francisco, al mejor estilo de los teólologos de la liberación, condenados al ostracismo por sus antecesores por considerarlos más volcados en lo humano que en lo divino, se coloca a sí mismo en la versión más moderna de “teólogo de la ecología”, en expresión acuñada por el brasileño Leonardo Boff.
La nueva encíclica quiebra paradigmas en la Iglesia que un día condenó a Galileo y que vivió un largo divorcio de siglos con la ciencia y los no creyentes. En ella se da voz y credibilidad a los científicos modernos más serios, prescindiendo de si son o no creyentes, empeñados en demostrar que somos nosotros, con nuestra codicia y descuido, los responsables por los graves cambios que ya se advierten en el planeta.
Leyendo con atención la nueva encíclica queda claro que el Papa que apostó desde el primer momento de su pontificado por la periferia pobre y saqueada de la tierra, por la escoria humana, con clara y valiente visión evangélica, sabe lo que se juega.
Sabe que la Iglesia se juega su presente y su futuro, su credibilidad y la misma fidelidad a su mensaje original, no en las viejas teologías y derechos canónicos, sino en la defensa de lo que es más nuestro como es el Planeta. Una riqueza que es social, que no debe tener dueños definitivos, sino que pertenece a todos, especialmente a los que más sufren las consecuencias de su explotación por los que se creen los dioses intocables del poder.
Una encíclica que al abordar un tema fundamental que afecta a todos, creyentes, agnósticos y ateos, ricos y pobres, por su interés universal y los peligros que acechan a la humanidad entera, es a la vez la más ecuménica de todas las hasta ahora proclamadas por un papa.
En un mundo huérfano de líderes mundiales capaces de imponerse por su fuerza moral y de enfrentarse ante los tiranos como hizo Jesús con Herodes, la arriesgada decisión del papa Francisco de dedicar su primera encíclica no al cielo, sino a la tierra, condenando a los responsables del nuevo holocausto ecológico, lo consagra como un gran líder mundial no sólo espiritual sino también social y hasta político.(El País,Madrid, España).
UN GESTO ANTES DE LA CUMBRE PARA REDUCIR LAS EMISIONES
Por Manuel Planelles, Madrid
La encíclica del Papa forma parte de los gestos que preceden a la cumbre de París de diciembre, donde se debe aprobar el protocolo que sustituirá a Kioto para la reducción de las emisiones y cuyo objetivo final es limitar el aumento de la temperatura global a dos grados Celsius a final de siglo. Que el Papa ponga el foco en este asunto no ha sentado bien a todo el mundo. “No me dejaré dictar la política económica por mis obispos, mis cardenales o mi Papa”, ha dicho Jeb Bush, aspirante a presidente de EEUU. El candidato republicano (y católico) puso voz a un sector de la economía que no está dispuesto a prescindir de las energías fósiles, como propone el Papa. A principios de mes, seis grandes grupos petroleros europeos reconocían en una carta abierta que el cambio climático “es un desafío crítico” para el planeta. Los gigantes estadounidenses del sector declinaron ratificar aquel escrito.
La implicación del sector privado en la lucha contra el cambio climático parece básica. Pero, también, la coherencia de las principales economías. El G-7, en su reciente declaración de Elmau, apostaba por “la eliminación de subsidios a los combustibles fósiles ineficientes”. Pero, paralelamente, Oxfam alertaba de que cinco de los siete miembros del G-7 han incrementado el uso del carbón desde 2009.
El futuro protocolo de París se basará en gran medida en los compromisos voluntarios de reducción de gases de efecto invernadero que los casi 200 países deben presentar. De momento, 39 Gobiernos ya lo han hecho, entre ellos la Unión Europea y EEUU. Pero, según han alertado ya varios expertos y organismos –como la ONU o la Agencia Internacional de la Energía–, las reducciones de las emisiones que se están poniendo sobre la mesa no son suficientes para limitar el aumento de la temperatura a dos grados.
MÁS SOBRE LA ENCÍCLICA
En la encíclica el pontífice hace un llamado a proteger a nuestro planeta de la degradación medioambiental.
“Espero que el cura de mi parroquia no me castigue por decir esto, pero no tomo mis políticas económicas de mis obispos, cardenales o de mi Papa”.
Con estas palabras, el candidato republicano a la Casa Blanca Jeb Bush –católico y hermano del expresidente estadounidense George W. Bush– se refirió hace unos días a la encíclica sobre el medio ambiente y el cambio climático escrita por el papa Francisco y que fue dada a conocer este jueves por el Vaticano.
Lea: Cinco puntos clave de la encíclica del papa Francisco sobre el cambio climático
En el esperado documento, del que un semanario italiano filtró algunos extractos a principios de esta semana, el pontífice hace un llamado a proteger a nuestro planeta de la degradación medioambiental y carga contra el actual sistema económico que explota los recursos naturales sin consideraciones éticas o morales.
Bush, quien también aseguró que no cree que la religión deba mezclarse con cuestiones “que tengan un efecto en el ámbito político”, se unió así al coro de políticos, empresarios y medios conservadores que en los últimos días han atacado al papa Francisco por opinar sobre un tema que creen no le compete.
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