[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Tiwanaku, el Santuario de los paceños


Las culturas de antaño tuvieron la característica de honrar a sus pueblos más antiguos, los erigían en sus santuarios. Pues, eran testimonios de sus orígenes, los lugares donde formaron sus aldeas primitivas, que con el tiempo pasaron a constituirlos en sus santuarios, más o menos como se consagra a las madres.

Los seres humanos siempre rindieron tributo a sus orígenes, a la manera de justificar su existencia. Demostrar que tuvieron una cuna, que no eran producto de la nada. La propia religión católica identificó al Paraíso como el lugar donde fueron creados Adán y Eva, para que formen la sociedad humana.

Tiwanaku, a sólo 72 kilómetros al oeste de la ciudad de La Paz, tiene una antigüedad remota, perdida en la bruma de los tiempos. Con mediciones del Carbono 14, se dice que su existencia data de hace 27 siglos, desde 1580 A.C. hasta 1172 después de Cristo. Existen también estudios que le asignan 5.532 años, al 2014. Y hay otros que sostienen que con el Willka Kuti o el retorno del Sol, cada 1.000 años, se establece que las ruinas existentes en el lugar, que abarcan 30 hectáreas, tendrían 160.522 años.

EL DIARIO informó el 15 de junio del año pasado, que existe un calendario ancestral, que fue recuperado de la provincia Pacajes, que antiguamente abarcaba parte de las costas de Perú y Chile, además de una parte muy extensa de Bolivia y que es la que menos ha perdido de su historia, según el cual Tiwanaku hasta 2014 sobrepasa los 40 mil años de conteo, según manifestó el experto Fernando Huanacuni, en un seminario de “Visión Cósmica de los Andes”.

Al margen de las aludidas imprecisiones de fechas y cifras, lo que se mantiene es la mística que generan los primeros rayos de Sol, que se producen como hoy, 21 de junio, por la Puerta del Sol. En concepto de quienes estudian los restos y orígenes de Tiwanaku, en este día se renuevan las fuerzas energéticas de todo ser viviente que habita en la Madre Tierra.

Habrá de mencionarse que un significado similar le conceden los musulmanes al inicio del Mes del Ramadán, que justamente se inicia en estos días. Ayunan y van en romerías a La Meca, por considerar que este es el santuario de su religión.

En estos tiempos, puede suponerse que se está hablando de un anacronismo, pero entre los paceños explícitamente Tiwanaku es el origen de su ancestro, o sea la cuna del que emergieron sus antepasados. De ser así, Tiwanaku no sólo debe ser un lugar de paseo o de aparatosas ceremonias, que nada tienen que ver con su calidad histórica, sino que se imbrica con una religión, panteísta, si se quiere, pero que en los hechos tiene su equivalencia a un Santuario.

Espiritualmente, los paceños tienen que identificarse como seres humanos con su ancestro, que es aymara, y rendir a Tiwanaku el culto que se merece. No siempre tendrá que irse a ese Santuario el 21 de junio, sino por lo menos visitarlo siquiera una vez al año, en mérito al lugar simbólico de su heredad.

Los aymaras tuvieron como antecesoras las culturas Chiripa y Wankarani, de acuerdo con los estudios del extinto arqueólogo Carlos Ponce Sanginés, quien dedicó su vida entera a que se proteja y recupere las ruinas que hoy conforman la excepcional reliquia de Sudamérica, que es Tiwanaku.

Ponce trabajó en todo lo que pudo, pero, ciertamente, queda mucho por hacer, para que ese tesoro de los viejos tiempos luzca en todo su esplendor, como corresponde. Requiere muchos trabajos aún, lamentablemente, no se hizo todo lo necesario en los últimos años.

Las ruinas están dispersas y se hallan en proceso de deterioro. Con la opinión y trabajo de los expertos, habría que protegerlas, en primer lugar. Luego, darle al conjunto una apariencia de ciudadela, de manera que su conservación sea permanente y sistemática. Además, constituir a Tiwanaku más que a una simple reliquia arqueológica, sino como a un Santuario nacional, no únicamente de La Paz, sino de Bolivia entera.

Hace un par de semanas, hablé por teléfono con una compatriota, la señora Tania Zapata, quien reside con su familia en El Cairo. Cuando le dije que debía sentirse privilegiada de vivir cerca de las Pirámides, me explicó que, deplorablemente, por no contar con una barrera urbana que las proteja, los espacios que las rodean están siendo invadidos por viviendas y servicios.

Si no se toma esa previsión con Tiwanaku, su futuro inmediato puede ser igual o peor que el de las pirámides de Egipto, que igualmente son reliquias que la humanidad las siente y aprecia como tales.

En Tiwanaku debe efectuarse un diseño arquitectónico que cubra todos sus límites y, además, que realce cada una de las piezas arqueológicas que ostenta, incluso con la posibilidad de convertir el lugar como un jardín, incluyendo, en algunos casos, graderías, para que no luzcan tan mal, como ocurre ahora. Empero, como anotamos, todo tiene que hacerse bajo un patrón arquitectónico de jerarquía y calidad profesionales. Basta de improvisaciones y de ignorancia sobre el alto valor histórico y religioso que tiene Tiwanaku, no sólo para el país sino para el mundo entero.

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