La conmemoración de los 80 años de la firma del armisticio que puso fin a la guerra que enfrentó a Bolivia y Paraguay durante tres años (1932 y 1935), sirvió para que se efectúen varios actos públicos, así como para que la prensa local publique algunos artículos recordatorios y, al mismo tiempo, algunas autoridades nacionales hagan conocer declaraciones particulares en torno a la cuestión.
Entre las numerosas apreciaciones se repitió errores y clisés sobre diversos aspectos de ese conflicto, que es necesario tengan la debida aclaración, de tal forma que puntos históricos importantes no sean tergiversados y se conviertan en premisas que terminan conduciendo a errores que, finalmente, son muy costosos para los pueblos que los asimilan e inclusive los ponen en práctica.
Entre las opiniones emitidas en esa oportunidad se encuentran dos notables. La primera afirma que en esa guerra “murieron entre 90 y 150 mil soldados” bolivianos, y que cantidad parecida habría perecido en la lucha. Otra afirmación dice que sólo murieron 60 soldados Sin embargo, esas afirmaciones no son correctas, ni muchísimo menos. En efecto, en realidad, durante ese conflicto las bajas bolivianas fueron de alrededor de 25 mil, según investigaciones de la Academia Boliviana de Historia Militar. Las bajas en el lado paraguayo fueron similares. Así, en total fallecieron en la guerra, especialmente por enfermedades, sed y otros factores, en ambos frentes, unos 50.000 soldados. Los prisioneros bolivianos fueron 22 mil y los paraguayos unos 2 mil.
Lo más notable de las opiniones sobre esa guerra es que se atribuye a pie juntillas su causa a las firmas petroleras Standard Oíl y Shell y el presidente boliviano Evo Morales afirmó en Villamontes que “Paraguay estaba gobernado por una elite oligárquica ligada a Inglaterra, mientras en Bolivia era la rosca minera de tres familias, llamadas Patiño, Hochschild y Aramayo, ligada al gobierno de Estados Unidos”.
Esa opinión acerca del petróleo como causa, tampoco es exacta, pues la Guerra del Chaco fue resultado de otros factores externos (más que internos) con los que se intrigó a Bolivia y Paraguay para que se enfrenten entre sí y así favorecerse con sus alcances, aspectos que se está descubriendo a medida que los historiadores tienen acceso a fuentes primarias que permitirán conocer la verdadera realidad de este asunto y revelarán cómo dos pueblos que tenían estrecha amistad desde tiempos del coloniaje español, terminaron chocando en una “guerra estúpida”, como definió el ex combatiente Augusto Céspedes en uno de sus libros y cuando la cuestión del petróleo no tenía la importancia que ahora tiene.
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