¡Alalay, qué frío!

Cuando mi reportera Macacha entró a mi escritorio me sorprendí al verla más gordita, preguntándole por el motivo me respondió con una risotada muy propia de su traviesa personalidad, explicándome luego que no eran gorduras sino sus abrigadas polleras y sus “mancanchas” con frisas de lana, que no dejó tocar. Haciéndome el inocente le pregunté si no habíamos recibido alguna invitación para que fuéramos a bailar alrededor de una fogata clandestina en la ciudad de El Alto, siendo su entusiasta respuesta que sí y que habría una gran “picha” en el naiclú “Malena”, situado a la vueltita del motel “Derríbame otra vez”.

Como ella es muy cumplidora de las ordenanzas municipales, me dijo en principio que no iría conmigo, pero a los pocos segundos cambió de parecer al pensar en que su jefe -que soy yo- no podría ser abandonado de manera tan cruel. Montamos en mi motocicleta Harley Davidson y en pocos minutos llegamos al naiclú “Malena”.

Estaba toda la hermosa cholada y después de pegarnos algunos ponches y “té-con-tés” nos arrimamos al fuego para quemar en sus llamas algunas pilchas y objetos inservibles, como ser colchones viejos, muebles en desuso, correspondencia amorosa del pasado y fotografías de la época de don Bautista Saavedra.

Hasta que me vino una idea luminosa que se la comuniqué a mi comadritay: ¡quememos la Constitución Política del Estado que nadie cumple ni respeta en nuestro país! Algunos “llunkus” (léase: aduladores de los gobernantes) trataron de oponerse a que nuestra Constitución fuera pasto de las llamas de aquella gran fogata, aunque nadie pudo sostener que la tal Constitución es cumplida y respetada por la mayoría. “Prefiero que la Constitución sea quemada a que sea violada tantas veces” -gritó una cholita- antes de ejecutar un brinco temerario por encima del fuego.

Como había tanta gente en la fogata del naiclú “Malena”, emergió de la multitud un enemigo de la cultura y un envidioso del saber que posee y divulga nuestro vicepresidente del Estado, señor Álvaro García Linera, quien horas antes había retornado de una excursión cultural por Grecia. El ciudadano envidioso del baño cultural que acababa de darse el hombre más leído e ilustrado del país, nos sorprendió a todos arrojando a la fogata algunos libros que formaban parte de esa famosa biblioteca. Los libros ardieron y los incultos saltaron felices sobre sus llamas.

Hubo de todo en la gran fogata del naiclú “Malena”. Macacha y yo calentamos nuestros cuerpecitos y así pasamos mejor la noche más fría del año.