Juegos pirotécnicos: viejo daño ambiental

Gustavo Portocarrero Valda

Muy en particular para celebrar aniversarios nacionales, regionales o el advenimiento de un nuevo año, los gobiernos (con apoyo de sus habitantes) preparan festejos quemando por la noche una abundante cantidad -por no decir astronómica- de fuegos pirotécnicos. A medida que pasan los años, la producción tecnológica de aquellos materiales brinda cualidades espectaculares de magnificencia por sus formas caprichosas, colores vivos de gran tamaño, y despliegue de emocionantes velocidades gráficas de chispas en lo alto del espacio celeste, que es parte del espacio sideral.

La gente no sólo se deleita contemplando aquellos espectáculos, aunque por igual sus pulmones aspiran gases peligrosos. Los entusiastas llevan raudamente niños y familiares para que también disfruten y no se pierdan del panorama que exhibe aquella área cósmica, adulterada cada año con novedosas figuras de inventores y productores. Se trata de una original como criminal forma de toxificación nocturna del medioambiente aéreo, patrocinada nada menos que por quienes debían oponerse a ello: las autoridades del orbe. Naturalmente éstas se ven muy interesadas en producir contento al público global, sediento de distracción… o de destrucción.

La ingenuidad contemplativa de la gente actúa, además, a favor de su auto idiotización al considerar que se trata de funciones gratuitas sanas, no perniciosas y de esparcimiento para olvidar, así sea momentáneamente, los problemas de la vida diaria.

Aquí, en los Estados Unidos, país con abundante densidad de población (más de trescientos millones de habitantes), existen 282 ciudades con más de 100.000 cada una y 10 ciudades con más de un millón, también cada una. Recordemos que, según el censo de 2010, sólo Nueva York tiene más de 8 millones y Los Ángeles, California, más de 3 millones. Sin embargo, todos festejan su aniversario nacional, casi simultáneamente, donde se hace también participar a la ciudadanía que compra petardos para muchachos, estrellitas para niños y una variedad de productos que, desde días anteriores van acumulándose, para su venta en plazas y parques, donde se improvisa puestos de expendio al público, excelente consumidor.

Tenía que ser precisamente el 4 de julio, aniversario de los EEUU, como día donde se infringe las leyes de protección al medioambiente, sin que nadie diga nada ni haga para evitarlo. Y no olvidemos que aquel espacio terrestre es de casi diez millones de kilómetros cuadrados.

El problema se multiplica, porque en casi todos los países de nuestro triste planeta tierra, se produce el mismo trajín contaminador. Las naciones del Primer Mundo industrializado, dan rienda suelta a aquella creación artística cósmica, también como buenos consumidores. Rusia, otro gran consumidor, tiene el doble de espacio geográfico que los EEUU y China le supera cuatro veces en su población, sin olvidar que los chinos fueron los inventores de la pólvora, material básico de la pirotecnia.

Hablemos algo sobre la pólvora. Los componentes de este material son todos tóxicos. La explosión que producen el carbón azufre, nitrato de potasio y clorato de potasio generan enormes efectos perniciosos:

1.- Al producirse la explosión se liberan los gases de su combustión -de asqueroso olor, además- que destruye el aire puro ambiental. Consiguientemente la situación obliga a todos a respirar un agónico oxígeno, dado el resultado de la mezcla.

2.- Los gases producidos llegan a las nubes, las ennegrecen y adulteran su contenido natural. Con las lluvias se acidifica tal contenido vaporoso y vuelve la mezcla a la tierra alterando esta vez el contenido de los riegos agrícolas por la formación del ácido carbónico.

3.- Si no hay nubes que detengan los gases que ascienden al espacio, suben aquellos aún más arriba para engrosar (con su aporte gratuito), los demás gases etéreos que producen el calentamiento terrestre.

4.- Está comprobado que cada explosión pirotécnica altera, no sólo la psique de las personas -al turbar su tranquilidad y paz nocturna- sino también de los animales, porque se sobresaltan.

Aunque no sea crea, el aporte pirotécnico contra el medioambiente, al ser cualitativa como cuantitativamente elevado, es otro veneno ambiental.

¿Habremos de resignarnos a nuestra suerte? ¿Habrá algún día en que los gobiernos tomen conciencia de semejante daño ambiental?

Es desesperante, indignante y triste contemplar como al día siguiente, aparece un miserable espectáculo espacial, como una especie de cuenta terrestre por el disfrute de la noche anterior.

Organización de Escritores por la Tierra. Lake Worth, Fl. USA.

gustavop2@hotmail.com

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