Yuri Mirko Ríos Madariaga
Recuerdo que cuando era niño, una vez había preguntado a mi maestra de básico (primaria) si era bueno participar de la fogata de San Juan. No había necesidad de palabras para darme una respuesta, su mirada expresiva bastaba para entender lo que su corazón decía. Era como si ella hubiera presagiado lo que ocurriría 30 años después en los cielos de nuestras ciudades: días sombríos por la presencia de partículas y gases contaminantes, y noches en las que cuesta distinguir el solo titilar de las estrellas.
Esta “fiesta” foránea tan arraigada en la cultura popular tiene su origen en mitos y ritos paganos del Viejo Mundo. Traída a las Américas por los conquistadores ibéricos como una más de sus costumbres, no puede tener cabida en nuestro pensar y proceder, acorde a las circunstancias actuales. Fue quizás admisible para esa época en que recién se emergía del oscurantismo que había sumido a la humanidad por mil años y que desde luego, quedaron vestigios que llegaron hasta hoy en forma de prácticas obsoletas y nocivas para la vida. Totalmente cuestionada, debe quedar en el olvido cual si fuera una pesadilla que no se desea jamás recordar.
Si bien en los últimos años hubo avances significativos en la reducción de la contaminación atmosférica para esta fecha, dar otra recomendación medioambiental y de lo perjudicial que representa para la salud pública, nunca está demás. Ideal sería que haya seminarios o talleres orientadores, gratuitos y permanentes sobre este asunto que penosamente año tras año se repite y a la que aún no pocos le dan oídos sordos, pese a las propagandas que alertan de las consecuencias nefastas de encender juegos pirotécnicos y quemar. Expresiones como “sólo quemamos un día mientras que otros chaquean semanas enteras” están desubicadas en el tiempo. Al respecto, con el aporte de un minúsculo grano de arena, al final siempre habrá una recompensa que se reflejará en la obtención de una mejor calidad de vida.
Tocar la conciencia de toda la población constituye una ardua tarea que implica un cambio en la conducta individual y colectiva que sea de beneficio para el planeta
¡No hay dos Tierras ni más vida científicamente comprobada que aquí!
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