[Severo Cruz]

Hilarión Daza en la mira


Durante el gobierno del general Hilarión Daza las fuerzas militares, que obedecían a los propósitos políticos del poder oligárquico chileno, ocuparon nuestro territorio costero, en el Siglo XIX. Funesto hecho que marcó, ni duda cabe, el encierro geográfico boliviano, que se ha constituido en una verdadera rémora para el desarrollo nacional.

Chile aprovechó la situación política caótica y la fragilidad económica boliviana para clavar sus zarpas devastadoras en el Departamento Litoral. Entonces el país carecía, inclusive, de telégrafos y ferrocarriles. Era un país desvinculado y desintegrado en el interior de sus fronteras y, por consiguiente, con pocas probabilidades para movilizar a su población, dispersa en el oriente y occidente, en defensa de la Patria agredida por el expansionismo transandino, en complicidad con el imperialismo inglés. Y más aún cuando las carnestolendas ahogaban en bebidas espirituosas a gobernantes y gobernados, a ricos y pobres, a jóvenes y viejos.

Entonces se imponía un Presidente de apellido Daza Grossolin, “amigo del lujo, del baile, las mujeres y el alcohol; le gustaba llamar la atención en el público, saliendo siempre acompañado de sus 21 edecanes lujosamente uniformados. El día de su cumpleaños (1879) las bandas de música no cesaban de tocar aires nacionales, mientras la espumosa champaña y la cerveza extranjera se consumían sin medida”, afirma Julio Díaz Arguedas, en “Illimani”, revista del Instituto de Investigaciones Históricas y Culturales de la H. Municipalidad de La Paz, Número 11, 1978, pág. 60.

Por lo visto, el general Daza, llamado también el “soldado mandón”, era un Presidente sin una proyección histórica. No concebía la idea de austeridad por el bien común, sino que fue partidario de la dilapidación de los recursos fiscales. No pensó en la construcción de un destino mejor, que signifique bienestar para la población nacional y, particularmente, para los sectores sociales menos asistidos. Fue fatuo, contrario a los signos de la sencillez y la humildad; menos generoso y solidario. He ahí los rasgos personales del general Hilarión Daza Grossolin.

La historia reitera, de manera machacona, que este personaje cuando ejercía, con el grado de teniente coronel, la jefatura del batallón 3ro., que se encontraba de guarnición en la ciudad de La Paz, promovió, a cambio de diez mil pesos, sufragados por los opositores del gobierno de Mariano Melgarejo, el pronunciamiento militar de fecha 24 de noviembre de 1870, que fue el inicio de la estrepitosa caída de aquél. (Véase: “Narraciones históricas”, Víctor Santa Cruz, La Paz - 1956, páginas 288 y 289).

Acotemos, finalmente, que el Consulado de la República de Chile le ofreció al ex presidente Gral. Hilarión Daza, cuando éste llegó del ostracismo a Uyuni, en el tren de Antofagasta, el día 27 de febrero de 1894, un banquete y buen alojamiento, preparados con mucho esmero, en esa localidad. “Fue galantemente recibido por el caballeroso cónsul de Chile”, anota Tomás O’Connor d’Arlach, en su libro “Los Presidentes de Bolivia – desde 1825 hasta 1912”, editado en Bolivia por Gonzales y Medina, en la página 181. ¿Y qué intereses tenía Chile para ofrecerle al general Daza todas esas comodidades?, es la pregunta del millón.

En suma: Daza siempre tuvo una trayectoria dudosa y peor aún si tomamos en cuenta la retirada de Camarones.

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