Continuamos en Potosí en los años de 1560 a 1580, cuando se inician las luchas entre Vicuñas y Vascongados. Época en la que los señores vascos, hombres de temple y de trabajo, en Potosí se convierten en grandes mineros, y adinerados, e incluso gente que se introduce en el manejo de la cosa pública.
La colonia vasca en Potosí era muy grande, así que era necesario crear un ente que los agrupara. En primer lugar constituyeron la Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu, en honor a la respetable virgen, tan querida y amada en la tierra vasca, allá en España. La Cofradía se instaló en el Convento de San Francisco, construido alrededor del año 1500; la capilla del convento tenía una sola nave, pensando los cófrades en construir una capilla propia, que a la larga no se realizó, ocupando éstos en San Francisco un altar lateral.
Ese fue el origen de la Hermandad, que conforme a sus reglas y normas era la encargada de velar por el buen vivir de los vascos, servicio exclusivo para aquellos nacidos en las provincias vascas. Ningún español podría ser admitido en la Hermandad si no presentaba las pruebas necesarias que confirmaran completamente su origen vasco, aparte del idioma.
Los vascos que llegaban a Potosí eran de inmediato asistidos por la Hermandad, que encontraba para los recién llegados acomodos, sustento, y trabajo. Trabajadores como eran los vascos, ascendían y mejoraban su posición económica, siempre asistidos por la Hermandad.
No todos eran gente de dinero, algunos pese a la asistencia, no mejoraban; en esas circunstancias, la Hermandad atendía, hasta mejorar su condición, las necesidades más apremiantes, sean cuales fueran. Si algún vasco se encontraba enfermo o su familia, la Hermandad proporcionaba medicamentos y dinero para los gastos de curación. Si algún vasco tenía juicios por cualquier motivo, ante la justicia, la Hermandad proporcionaba un experto en leyes, y usaba todo su poder para obtener la libertad, y la ganancia del caso en cuestión.
Pese a que la Hermandad tenía dinero en abundancia, debido a los aportes vascos, sobre todo de los fundadores y de aquellos que gracias a la Hermandad llegaron a ser mineros adinerados, y funcionarios de prestigio en el gobierno de la ciudad, había vascos abandonados a su suerte. Y si el cadáver de alguno de ellos no era enterrado, la Hermandad corría con los gastos de entierro, debiendo por lo menos dos miembros de la Hermandad acompañar el féretro hasta la última morada.
Si un vasco era encarcelado por deudas, la Hermandad pagaba la deuda, y obtenía la libertad inmediata del detenido.
La Hermandad también contribuía a que los miembros de la misma obtengan cargos altos y bien remunerados, debido a las influencias de la Hermandad, en muchos casos no muy limpios. El poderío de la Hermandad en Potosí llegó a ser tan grande, que casi todas las posiciones y los cargos de influencia eran ocupados por vascos.
La Hermandad era completamente secreta, y muy poca gente conocía su existencia. Los vascos, con el nombre de Vascongados, ordenaban y dirigían la economía de Potosí, su superioridad era completa.
Pero las clases menores de las otras provincias de España reaccionaron, y uniéndose formaron una agrupación llamada los “Vicuñas”. Quienes organizaron esto fueron los portugueses, más los manchegos, castellanos, extremeños, gallegos y, por supuesto, los criollos, hijos de españoles.
La Hermandad de Aránzazu usó todo su poder para repeler este nuevo enfrentamiento, ahogando en sangre la ciudad de Potosí.
Vale decir que los tratos y prebendas que otorgaba la Hermandad despertaron, con el contar de los años, un resentimiento y odio hacia los Vascongados, que culminó con el asesinato de muchos de ellos en manos de los Vicuñas.
Siendo secreta la Hermandad, posteriormente se diluyó.
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