Una perorata es recurrente en los últimos días, a la que se suma el presidente Evo Morales Aima, que orondo exclama: “si el pueblo dice que hay que cambiar la Constitución Política del Estado, obedeceré, no es ninguna pretensión personal”. Casi de inmediato el canciller Choquehuanca sostiene: “los mecanismos para una reforma están dadas”. Esta parafernalia busca la reelección indefinida de Evo Morales Aima, aprovechando su “fortaleza” como resultado de la cooptación de dirigentes llunkus (corporativistas) y “suas” (fondo indígena) que -casi diez años- han estado en campaña electoral, ¿a favor de Evo Morales? No creo, yo diría -utilizándolo- para cuidar sus intereses personales y de grupo. Ahora buscan un cuarto mandato. Parafraseando a Oscar Días Arnau, la egolatría (del caudillo) es tal que da vergüenza escribirlo.
Michel Foucault connota: difícil es el camino que transitan los “políticos” para mutar en líderes -muchos por la “fuerza”- cuyas actitudes (filo fascistas) coloniales logran algún “mandato” (dirigente, ministro, presidente, etc.), no se inmutan de hacer uso y abuso de actitudes (filo fascistas) coloniales.
En Bolivia un líder auténtico debe “des-aprehender” lo colonial para “aprender” lo inter-cultural, ¡eso es descolonizarse”! Son tres las gestiones presidenciales en las que el “ama llunku” y el “ama sua”, en maridaje con el corporativismo de los movimientos sociales, son sostén y “prisión” de Evo Morales Aima. Con ello se desahucia el “proceso” (de la agenda de octubre, donde -se dice- Evo emuló a Víctor Paz del 52: pues sin participar, se le entregó el Poder en bandeja de plata). Por eso me permito comentar sobre su carácter colonial (aunque lo niegue disgustado), ególatra y autoritario.
El ególatra tiene una visión distorsionada de la realidad, que lo lleva a creer que los demás están obligados a quererlo, y agradecerle por su cariño; piensa que el mundo no podría arreglárselas sin él; que todo cuanto sucede a nuestro alrededor requiere de su protagonismo, que los hechos no son importantes en sí mismos si “él” no participa en ellos, con sus opiniones, juicios y respuestas (hormonales). Es el uso y el abuso del “yo” y del “a mí”; es la vana creencia en sus virtudes; es pensar que las desventuras están hechas para los demás.
Los ególatras son capaces de robar el protagonismo a un ser querido (u odiado), como cuando Evo Morales dice que “no piensa en su reelección porque Obama y la derecha lo van a pulir”, esto es parte de su “sufrimiento”, que desde su mezquina versión: “quiere Ser lo que No” y termina en ásperas “comparaciones (Evo = Obama).
Pretende ser “líder del mundo” que “cuida” la naturaleza, y, ante la caída internacional de los precios del crudo, entrega áreas indígenas protegidas por la CPE a petroleras para “vigorizar” su frágil (por el derroche) economía “blindada”. Es que a los ególatras no les interesa el “pueblo”, excepto sus intereses de casta. Los ególatras advierten la descolonización como instrumento coercitivo y propagandístico: como cuando el mandatario se empecina en constituirse en “enemigo” de EEUU, con arrogantes ataques verbales. El ególatra no se percata que el “otro” disidente/descontento no es un muro sino un puente para construir alternativas. El ególatra no admite que es mucho menos importante de lo que cree ser, y que desde ese relativo, pero auténtico lugar (gobierno), si los demás lo exigen podría hacer un mínimo esfuerzo por respetar la CPE. Entonces, sólo entonces, tendrá autoridad moral para decir que “obedece” al pueblo.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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