Los pasados 24 y 25 de junio se dieron otros conciertos magníficos, singulares, fuera de serie y espectaculares en el Centro Sinfónico, bajo la dirección del Maestro Willy Posadas, que agradó a un lleno completo del público asistente.
La novedad fue la presentación de Música de Maestros, en un ensamble con la Orquesta Sinfónica Nacional; aquélla, una orquesta de ganado prestigio, tiene como antecedente las estudiantinas, que eran grupos orquestales de instrumentos tocadas con plectro, que tienen origen en la colonia y tuvieron mucha difusión en la República, principalmente en las ciudades del occidente, Potosí, Sucre, Oruro, La Paz y los centro mineros importantes, en las que actuaron con el nombre de filarmónicas. Tienen su origen en las tunas y rondallas españolas del Siglo XVI, compuestas por tocadores de instrumentos, mayormente mandolinas, bandurrias y guitarras, castañuelas, triángulos, a los que en nuestro medio se agregaron la quena y el charango, teniendo profusión en la América española como grupos nocturnos de serenatas.
Últimamente, con la declinación de las estudiantinas, han surgido en nuestro medio, como una imitación de las tunas universitarias españolas, las de este nombre en algunas universidades del país, usando los atuendos de la época en que surgieron con calzón negro, casaca del mismo color ribeteado y golilla blanca, con una capa corta adornada de cintillos de colores,
Existen todavía las estudiantinas entre las clases medias y artesanos en varias ciudades capitales e intermedias del altiplano y es una tradición que no debe perderse, por constituir un género que cobija la práctica de la música, casi de manera espontánea, donde destacaron diestros ejecutantes de aquellos instrumentos que mantienen viva la tradición musical de compositores de antaño y conservando el repertorio de canciones, cuecas, huayños, valses, taquiraris, carnavalitos, foxtrot de bella factura, que recogen inspiraciones destacables de la música boliviana que algunas personas, felizmente, se han dedicado a recopilar. Esta costumbre debería ser estimulada por las alcaldías de ciudades y pueblos, de manera que revivan otros tiempos.
Volviendo al concierto, debemos felicitar la iniciativa de llevar la música nacional de estudiantina alternando con el género sinfónico y en el caso que nos ocupa, ha sobresalido nuestra música con relieves y armonías que bien podrían recorrer otros países en giras musicales que popularicen nuestras bellas composiciones. No por otro medio es el conocimiento que tenemos de música mexicana, argentina y de otros países con la popularidad que tienen entre nosotros.
La interpretación en la primera parte de la música de Adrián Patiño Carpio, su conocida Khuñuskiwa y de la Sinfonía de la altipampa boliviana, desbordaron el entusiasmo del público, sólo estas dos composiciones elevan la calidad sinfónica de nuestra música a un nivel de clasicismo que puede ser muy apreciado en grandes Salas de Concierto. Luego la suite oriental con varias composiciones de música oriental, que después culminó con la cueca Destacamento 111 y otras como Boquerón de Antonio Montes Calderón, llenaron de emoción nuestros pechos. Hay otras hermosas composiciones que merecen ser conocidas y difundidas en otros países y seguramente serán apreciadas y popularizadas como otras tonadas del extranjero. Sólo faltan la iniciativa y el impulso del Gobierno, que debe promover festivales itinerantes en América y Europa.
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