En el mundo contemporáneo que vivimos se han registrado grandes y extraordinarios avances hacia las metas de tolerancia, entendimiento y solidaridad, en la histórica perspectiva de encontrar soluciones para problemas irresueltos.
Prueba de ello es que Estados Unidos y Cuba restablecerán sus relaciones diplomáticas, suspendidas en 1961, abriendo sus embajadas, en sus respectivas capitales, luego de seis meses de negociaciones.
Asimismo las dos potencias americanas, del norte y del sur, dieron por superadas sus divergencias, recientemente, pese a sus diferencias político - ideológicas. En consecuencia Estados Unidos de Barack Obama y Brasil de Dilma Rousseff caminarán juntos, de hoy en adelante, en la búsqueda de un destino mejor para sus pueblos.
Empero el poder oligárquico chileno no concibe una idea de esta naturaleza para allanar los caminos de solución al encierro geográfico boliviano, resultado de la salvaje invasión de 1879.
Chile nunca tuvo voluntad política para asumir una actitud que nos conduzca al mar. No mostró un gesto que signifique la restitución de la soberanía boliviana en el Pacífico mediante el diálogo civilizado que reconcilia y construye nuevos objetivos por el bien común. Y es que por medio siempre estuvieron la falacia, la suspicacia, la amenaza e intimidación, que alejaron toda posibilidad de entendimiento bilateral.
Jamás mostró interés por alcanzar un acuerdo, de dimensiones históricas, tendente a devolver a Bolivia su cualidad marítima, con la que surgió a la vida libre, independiente y soberana. Jamás hubo ese propósito. Lo que hubo es una política distraccionista y dilatoria. Ahí tenemos la agenda de 13 puntos, que determinaron Bolivia y Chile, en julio de 2006, que quedó inconclusa por la testarudez del país vecino.
Así lo quiso y lo quiere la taimada diplomacia chilena, cuya conducción está, como bien sabemos, en manos del poder oligárquico trasandino. Se imponen, por consiguiente, los intereses de estos grupos privilegiados de siempre, anteponiéndose a los supremos objetivos nacionales.
La demanda marítima boliviana, sea cual fuere el veredicto de la Corte Internacional de Justicia, con respecto a la objeción planteada por Chile ante esa instancia, no se extinguirá, seguirá su cauce respaldada, como siempre, por el sentimiento patriótico de más de diez millones de bolivianos y bolivianas. Y es que se pretende sentar históricos precedentes de inquebrantable unidad, en el Siglo XXI, en torno a la recuperación del mar cautivo.
En el pasado mediato el espíritu de bolivianidad, pese a las luchas intestinas, ha desbaratado todo propósito de polonizar Bolivia. Hoy, por fortuna, la unidad nacional, que se impone sobre toda pugna político - partidista, es el verdadero sustento de la demanda marítima boliviana. Ahí radica la fuerza y el vigor de Bolivia.
En suma: Chile, a pesar de los cambios que se suscitaron en nuestros tiempos, se conduce aún valentonado por las invasiones que protagonizó en el Siglo XIX.
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