En Bolivia, la fascinación por honores, elogios, distinciones y, sobre todo, fotografías junto a celebridades, se tornó, al parecer, obsesión en las alturas. Retratos con monarcas, con reinas de verdad. Con jefes de Estado, personajes destellantes y obviamente con líderes políticos gravitantes. Son de rigor las imágenes con estrellas de cine/televisión, cantantes, futbolistas y quienes irradian glamour y “genialidad”. Fototecas profusas, preferiblemente, junto a pesos pesados del estado mayor planetario.
No posan con pacifistas, ecologistas, científicos, académicos, filántropos, activistas humanitarios/altruistas, hombres ni mujeres excepcionales.
Metafóricamente, “la fotografía” alude al viciado recurso de utilizar a la gente de a pie y personas con buena fe para fines egoístas: Verbigracia, el período gubernamental al hilo 2005-2025.
“El soberano”, y en el caso, con masivos pobres, siempre cachañeados en su sensibilidad, aun así, percibe exclusión. No les comparten la exclusividad fotográfica, vale decir, no son tomados en cuenta como seres de carne y hueso en los episodios cotidianos “para la posteridad”. Cada ciudadano, espíritu andante y sufrido de la democracia “plena y participativa” que él forjó y reconquistó, se siente encriptado por quienes la absorbieron. Cada habitante, como persona humana, es sujeto jurídico para ejercer todos los derechos reconocidos en Bolivia. Tiene incumbencia, mucho que ver, decir, objetar, denunciar y sobre todo exigir al poder político.
En marzo 17, el Papa Francisco espetó a la corresponsal mexicana de Televisa, Valentina Alazraky, “el diablo siempre entra por el bolsillo. Te mete la plata. Segundo es la vanidad y tercero es el orgullo y la soberbia y de ahí a todos los pecados”. En La Paz y en Santa Cruz, el Pontífice será multitudinariamente bienvenido y superstar icónico. Está descontado el acaparamiento oficial (y familiar) para fotografías históricas. El ansioso conglomerado, al que se asegura, vendrá pastoralmente a conocer, empero, no podrá acercársele, menos tocarlo. Otra cosa será su encuentro con organizaciones políticas.
Privilegio boliviano: El más universal de los argentinos, pasará el 9 de julio, Día de su Independencia Nacional, entre nosotros.
El penta régimen sucumbió ante uno de los mejores elíxires: la fotografía. Aprovecha cumbres, foros, reuniones multilaterales y acontecimientos pomposos, más afuera que adentro, aunque aquellas poses no benefician a Bolivia, tal como atina el discernimiento colectivo: “sólo para la foto”.
¿Y qué de los atrapados por el hambre, desempleados, jubilados, migrantes, exonerados y desesperados, sin oportunidades postrimeras antes de sucumbir? (Art. 67 CPE …“calidad y calidez humana”). Pacientes terminales entre cancerígenos, nefrológicos y también necrológicos, desenmascaran al displicente “presupuesto” para la Salud Pública (Art. 37 CPE, “función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado”), y Educación (Art. 77 CPE, “función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado”), respecto a recias cuantías asignadas a sectores sedentarios. El Papa Juan Pablo II dijo en Cochabamba: “no os desentendáis de los demás, con el pretexto de que la vida es así”.
Las primeras planas, la televisión, Internet, etcétera, embeleso del mando, incluidos gobernadores, asambleístas, alcaldes, concejales -pirámides del conocimiento, manantiales de sabiduría-, cotidiana y mecánicamente inundan a la opinión pública como parte del poder total. Son la primacía fotogénica, el comando conjunto plurinacional, la “versión oficial”. Ebullen por acomodo, fama y la política como hacienda particular.
En áreas con denso verbeneo humano, refluye la visión antiestratégica del país, respecto a esta suerte de deriva nacional. Mercados, ferias, “la Pérez”, “el merlan”, “los teles”, “la Ceja”, “la 16”, “la Huyustus”, “las mañaneras”, laderas, barriadas, transporte público, oficinas estatales, provincias y fronteras, simbiosis de frustración y desprecio. Miedo galopante, ¡cuídese quien pueda!, hipertensión política, etcétera, acentúan la irritación en la sociedad revuelta, precio integral de las inequidades sociales.
¿Soluciones?, verlas en coca, en taba o en cacho: Lo que no se ve se nota.
Sin implantes a la aquejada salud nacional, más valdría a la cúspide, posar para la fotografía real: retratarse con “el pueblo boliviano”. Intentar conocerlo, aproximársele. Alternar y confraternar con él. Compartir sus aciertos y esperanzas. Ponerse en zapatos de los “yescas”, objetivar a los invisibles. Hablar sin rodeos, cumplir las promesas. Descomprimir conflictos. Ser leales, solidarios y agradecidos. Serían imágenes trascendentales.
Hora del “tas con tas” y enmendarse con TODOS los “queridos hermanos”...
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