El afán del Papa, jesuita él, es que prevalezca “la mayor gloria de Dios” y su ánimo (moral) de generar paz y equilibrio a favor de los vilipendiados del mundo, se debe a que él, diferente de otros líderes, no necesariamente requiere de cuatro paredes (iglesias) para sus oraciones a favor de los feligreses y particularmente por los pobres y marginados. El Papa, seguidor de Ignacio de Loyola con fe y solidaridad, junto a otros brilló, siendo los principales artífices de la Teología de la liberación; cuyo principal pilar es la liberación entendida como una ley interior de caridad, respeto y amor a los demás. De hecho, su amor por ellos (los pobres) es tal, que no vacilan en gastar la vida a favor de los pobres.
Por ello, Bolivia tendrá el privilegio de contar con su presencia: esa luz de esperanza que influye para equilibrar –algunos- los excesos de caudillos y ególatras que “no se entienden” (ni ellos mismos). No es mucho el tiempo en que contra viento y marea vilipendiaron a la Iglesia católica, insultaron y discriminaron a sus principales miembros, como el extremo de pretender expulsar a Monseñor Gualberty por advertir “la explotación infantil en el Chapare”. Algunos de estos excesos se los justificó con un débil “laicismo” advertido en el Art. 2, inciso 3 de la CPE (toda persona con sentido común sabe que en los hechos: fuerzan un “encasillamiento” a los mitos, creencias y prácticas indiana-religiosas). Como fuere, Bolivia en la práctica siempre fue y es “laica”. Pero, eso sí, la Iglesia católica es el sostén, ello se advierte en los miles de crucifijos, en hogares, juzgados, hospitales, escuelas, colegios, etc.
Esta aparente confusión se debe a que -políticamente- el gobierno del MAS con una cara “muestra” una (aparente) libertad religiosa, con otra, muestra su (aparente) adhesión a la Iglesia católica. Por ello, es ingenuo pensar que el Papa, benevolente él, no tiene conocimiento de que el Estado partido (autoritariamente) echa mano de lo necesario para legitimar su intereses políticos y económicos de casta en nombre del pueblo. Es ingenuo pensar que el Papa ignora los vejámenes y humillaciones infringidas a los indígenas (Tipnis) y a los pobres, que las “macro obras” (carreteras, aeropuertos, teleféricos, etc., benefician más a los pudientes). Que la salud es “inaccesible” para los pobres (conseguir una ficha de atención a las 4 de la mañana es arriesgado, pues uno puede ser asaltado o asesinado), que se ven ante la necesidad -no satisfactoria- de seguir acudiendo a los Centros de Salud Populares (del tiempo de la UDP). Se jactan de “cero analfabetismo”, cuando los analfabetos pululan por calles y plazas, incluso en la plaza Murillo, a pocos pasos del palacio de Evo Morales Aima.
Por eso el Santo padre en sus homilías exhorta a los poderosos (políticos) por la necesidad de eximir la escisión entre grupos corporativos y citadinos; democratizar el Poder (político); “inculcar” amor y humildad en los “resentidos” mestizos que “amargados” buscan “chivos expiatorios” para lograr su objeto neocolonizador. Que el Papa con la humildad que le caracteriza oriente la “deconstrucción” del “proceso” que ha costado sangre y luto a los sectores populares, y ello pasa por respetar la CPE. Que lo haga como lo hizo con Colombia: promoviendo una paz con la guerrilla de las FARC, o, cuando intermedia las “nuevas” relaciones entre Cuba y EEUU para bien de los vilipendiados (pobres) de la isla, etc.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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