Javier González Sánchez
Con 24 años, Laura García trabaja como abogada y nació con una particularidad que afecta a sólo el 1% de la población mundial: tiene sinestesia, una facultad muy poco conocida que consiste en la activación simultánea de los sentidos. A la vez que se activa el sentido de la vista lo hace también el gusto, o el oído. De esta manera los sinestésicos pueden ‘ver‘ el sonido en colores, “oír” el sabor de los alimentos, o asociar emociones a colores de forma automática. Este último es el caso de Andrea, un tipo de sinestesia que se conoce como grafema en color.
Su cerebro relaciona a cada persona, nada más conocerla, con un color y con la sensación que este le transmite. “Es una cosa integrada en mí que no me paro a pensar”. A la hora de conocer a alguien establece una conexión instantánea entre la sensación que le transmite esta persona: bondad, seriedad, tristeza… y el color que por defecto tiene esa característica para ella. De esta manera siempre que vuelva a ver a esta persona “sentirá” este color.
Según un estudio de la Universidad de Macmaster, en Canadá; realizado por la doctora Daphne Maurer, todos los niños menores de cuatro años presentan cualidades sinestésicas. A esta edad el cerebro aún no ha terminado de especializar las distintas áreas del cerebro que controlan los sentidos. En el caso de los sinestésicos esta asociación no se realiza por completo o no se llega a producir.
A pesar de que la sinestesia no se trata de una enfermedad, a muchos sinestésicos les supone algunos problemas en su día a día. A la hora de realizar operaciones matemáticas o grandes lecturas, las palabras y los colores se les combinan y les dificultan la concentración. En cambio, otros aprovechan su particularidad para desarrollar reglas nemotécnicas asociadas a los colores que sienten en las palabras o para pintar cuadros a través de los colores que ven en la música.
Esta joven abogada cree que el resto de personas no puede percibir las relaciones de una forma tan intensa como ella y por tanto es difícil hacerles entender algo tan emocional como esto. Afirma que este puede ser el único problema que le cause su sinestesia, el exceso de emoción. Puede vivir una amistad de una manera mucho más intensa si percibe un color en esa persona que le resulte muy agradable, aunque sólo haya hablado con ella un par de veces.
Laura reconoce que su sinestesia la limita hasta cierto punto a la hora de conocer gente. Al sentirlas en un primer momento de un color desagradable de forma instintiva intentará alejarse de esa persona “Es muy difícil que, intentando evitar el contacto con personas del color del odio mi percepción sobre ellas llegue a cambiar, ya que nunca haré por conocerlas a fondo y las trataré lo mínimo imprescindible”. Existen casos en los que no puede asignar un color claro en el primer momento, lo que ella define como un color “en tierra de nadie” o de “desconfianza”. Con este tipo de personas el color se define poco a poco conforme las conoce y el contacto con ellas se acentúa.
Hasta hace unos pocos años Laura no sabía que era sinestésica. Para ella era normal entender el mundo a través de colores y sensaciones, creía que todas las personas lo veían así. Un día su hermana le enseñó un episodio del programa Redes en el que hablaban sobre la sinestesia. “Cuando vi el programa me quedé en shock. No terminaba de entender cómo era posible que la vida no fuera así, porque jamás me hubiera parado a pensar que fuera de otra manera”.
La sinestesia es una particularidad muy difícil de explicar y de detectar. Para la mayoría de los sinestésicos su forma de entender el entorno que les rodea es la correcta y piensan que el resto de las personas lo ven de esta manera. Descubrir que son diferentes, especiales… que la nota musical do no es de color rojo para todos o que la tristeza no es de color azul supone un golpe muy duro para la mayoría.
El autor es periodista.
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