La visita del Papa Francisco a Bolivia tiene enorme importancia y su trascendencia puede llegar mucho más allá de lo que se puede esperar, dadas las características por las que no sólo atraviesa nuestro país, sino otras regiones del planeta. Pero no se puede llegar a esa conclusión sin considerar algunos antecedentes de carácter histórico que rodean a dicho acontecimiento.
En primer lugar, no se debe olvidar que al empezar el actual régimen político que vive Bolivia desde hace diez años, las relaciones entre el Estado boliviano y la Iglesia vaticana aparecieron distanciadas por predicamentos propios de la euforia y optimismo de protagonistas nacionales. Ese distanciamiento se ahondó hasta llegar a una separación absoluta al aprobar la Asamblea Constituyente de 2005 una nueva Constitución, por la cual la Iglesia dejaba de depender del Estado boliviano y éste adquiría carácter laico absoluto.
Esas relaciones no se modificaron y se mantuvieron a distancia. En la práctica el Estado boliviano dejó de intervenir y participar en todos los actos litúrgicos de la Iglesia, haciendo definitiva la separación de los dos estados. En esas circunstancias, dos Papas pasaron por el Vaticano hasta la llegada del ilustre jesuita argentino, Francisco, en cuya autoridad espiritual recae la suerte de la humanidad cristiana.
Para entonces, se presentaron síntomas de aproximación entre los estados boliviano y vaticano, llegando el caso de que el Presidente actual de Bolivia visitó al Papa Francisco en la misma sede de su poder y ambos abrieron un panorama que restaura en los hechos la antigua relación de amistad alterada circunstancialmente.
En esta visita el Papa Francisco ha pedido la unidad del pueblo y la solución del problema marítimo boliviano-chileno por vía de la comprensión mutua. A la par el Papa dijo que cuando esté en Bolivia “pijchará” coca (hojas para unos bendita y para otros maldita), a diferencia del Papa Pablo II, quien cuando estuvo en Bolivia se opuso a masticar la hoja, aunque aceptó probar unos tragos de mate de coca, acto que causó olas de alegría entre los productores cocaleros, cuyos cultivos estaban siendo erradicados.
Ahora, la promesa de “pijchar” coca ha tenido mayor efecto que sólo tomar mate y los cultivadores de las cerca de 20.000 hectáreas del arbusto se han visto halagados para seguir sus labores, en momentos en que el Gobierno ha decidido erradicar otras mil hectáreas más y cobrar impuestos a la producción de la hoja, apreciación que el Papa debe completar dando su apoyo al Gobierno en su lucha contra la droga que se produce y sale de Bolivia en cantidad de varias toneladas al año, que envenena a la juventud, origina violencia en el mundo. Y el Papa Francisco ha asegurado que Argentina, su país de origen, corre peligro por la droga. De ahí la importancia mundial de la llegada del Santo Padre por nuestras latitudes.
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